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La agricultora Ana María Acevedo revisa las fabas en su plantación. F. G.

«La innovación en el mundo rural es una cuestión de actitud»

Ana María Acevedo, Productora de Faba IGP ·

El Ministerio destaca su proyecto 'Flor Galana' con el premio 'Excelencia a la Innovación de la Actividad Agraria'

BELÉN G. HIDALGO

COAÑA.

Domingo, 11 de octubre 2020, 01:21

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Durante la crisis hizo de la necesidad virtud y, pese a haberse formado como arquitecta, retomó lo que había visto siempre en casa: cosechar fabas para la Indicación Geográfica Protegida (IGP). Ana María Acevedo (Arbón, 1982) ha logrado un segundo premio Excelencia a la Innovación Agraria por su proyecto 'Flor Galana' que, además de producir, trata de divulgar el valor de la agricultura a través de visitas guiadas a la plantación que «buscan romper con el tópico de que esta profesión está atrasada».

-¿Cómo empieza una arquitecta en el mundo de la faba?

-Por azares de la vida. Nací en el seno de una familia campesina muy humilde, en Arbón (Villayón) que marcó mi destino. Aunque me formé en arquitectura, mi actual marido tomó el relevo de mis padres en la explotación de vacuno de leche y una finca de fabas adherida a la IGP desde que se constituyó la marca de calidad. Nunca rompí ese vínculo. Desde los 14 años ayudaba a mis padres y después a mi marido. La crisis económica me alejó de mi sector e hizo que en 2017 decidiese involucrarme en lo que había en casa. Con el otro proyecto ya consolidado, decidimos poner en marcha otro: seguir produciendo faba y añadir el compango.

-Una marca de calidad exige, pero ¿ayuda a la hora de comercializar el producto?

-Es una carta de presentación. Marca un estándar de calidad y eso también es una garantía para el consumidor.

-¿Está educado el consumidor para valorar este producto?.

-No se puede generalizar. Hay algunos que conocen y valoran el producto, saben el trabajo que hay detrás y tienen claro que se debe pagar lo que vale. Pero otros lo desconocen. Habría que hacer más pedagogía para enseñar de dónde vienen las cosas. Con la irrupción de la pandemia notamos una tendencia al alza en el valor de estos productos.

Interés verdadero

-¿Por qué venden por Internet?

-Comenzamos en enero con unas ventas muy modestas que aumentaron a raíz del confinamiento. Es lo primero que consulta cualquier persona que busca algo, así que decidimos que teníamos que estar ahí, aunque no sea el principal canal de venta

-¿Dónde se está demandando entonces la faba?

-Ahora mismo, en la tienda tradicional de alimentación, el ultramarinos de toda la vida. En febrero, en cambio, nuestro principal canal era la hostelería, pero pegó un 'bajón' importante.

-Además de la producción, hacen visitas guiadas. ¿Qué aceptación tienen entre el público?

-Surgieron raíz del programa Saboreando Asturias, al que nos adherimos desde el primer momento. Aunque la demanda es muy baja, quienes vienen lo hacen con gran interés. Es muy enriquecedor divulgar lo que haces. El objetivo es romper con el tópico de que ser agricultor es algo atrasado, pues se cultiva conjugando la eficiencia, el respeto al medio y la sabiduría de generaciones anteriores y, por otro lado, dando valor al producto.

-El desarrollo de un envase le acercó a la final del galardón 'TalentA', que entrega la Federación de Mujeres Rurales. ¿Se puede innovar en el campo?

-¡Claro! Es cuestión de actitud. Ante los problemas no hay que lamentarse, sino buscar una solución. La alubia fresca tiene una vida útil muy corta. Hasta ahora se congelaba, pero había que optimizar el envasado para preservar las características organolépticas y evitar que la faba se escarchase. Así que, junto al centro tecnológico de los alimentos, Asincar, me sumergí en un proyecto de I+D+i en búsqueda de un envase que permitiese poner en el mercado alubia fresca todo el año con características óptimas. Al final, es un envasado al vacío que no excesivamente sofisticado.

Potenciar el sector

-Innovar es posible. ¿Y conciliar?

-Tengo dos hijos de 4 y 6 años. Si en la ciudad es complicado, aquí es una odisea. Pero no lo cambiaría. Salen del colegio y se vienen a las fincas. Son partícipes de todo lo que hacemos, como lo fui yo. Me involucré en el campo por decisión, de forma meditada. Solo poder educar aquí a mis hijos ya vale la pena.

-El próximo día 14 recogerá el premio y podrá dirigirse al ministro de Agricultura, Luis Planas. ¿Qué le trasladará?

-Será un mensaje un poco bipolar. Por un lado me gustaría transmitir ciertas reivindicaciones, pero también optimismo para animar a la gente joven. Creo que hay que potenciar el sector, que tiene gran capacidad de crecimiento, pero también necesidades. Si podemos trabajar todos juntos para paliarlas, el beneficio será colectivo.

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