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O. VILLA
GIJÓN.
Lunes, 7 de junio 2021, 00:44
«Nadie de Oviedo, nadie del Principado se ha preocupado por nosotros tras el ataque del oso a mi suegra. Solo el alcalde de Cangas del Narcea -José Víctor Rodríguez- estuvo atento. Pero de la Administración regional, nadie». Así se expresaba ayer José Rodríguez, el yerno de Carmen Suárez, la víctima del ataque de un oso pardo macho el pasado domingo, 31 de mayo, en las cercanías de Sonande (Cangas del Narcea), una localidad de la zona alta del valle del Cibea.
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Lo más importante ahora es el estado de salud y de ánimo de Carmen Suárez. La mujer se recuperará, al menos físicamente, del ataque: «Han sido dos operaciones en el HUCA con anestesia total y le han puesto una prótesis en la cadera. Ahora ya está de vuelta en el hospital de Cangas», explica José Rodríguez, pero añade inmediatamente que «Carmen no está bien, no está a gusto. Ha sido todo muy duro». Lo ha sido para ella, obviamente, pero también para la familia y vecinos, que se sienten desprotegidos por la Administración regional como algo que perciben como un riesgo permanente: «Lo del domingo no fue un accidente, sino un ataque de las fieras que ellos defienden. Tal parece que nosotros hayamos causado lo que pasó, y lo que pedimos, al menos, es que reconozcan los hechos».
Y los hechos, según José Rodríguez, consisten en que los osos campan a sus anchas por zonas demasiado cercanas a los núcleos poblados, y que en el caso de su suegra «el animal fue claramente a por ella. La carretera ahí es ancha y despejada, con buena visibilidad. Si no hubiera querido atacarla no lo hubiera hecho. Y menos mal que le dio un único golpe, que si le da el segundo...».
Porque la sensación, y las sensaciones son algo absolutamente subjetivo, que tienen en Sonande es la de que «parece que le dan más importancia a la vida de un animal que a la de una persona. Es triste, es una vergüenza que la vida de una fiera valga más para algunos que la de mi suegra o la de un paisano».
Y es que lo que ha ocurrido en Sonande evidencia un conflicto latente en toda la zona rural asturiana. Quienes viven en su entorno, en los pueblos de las zonas medias y altas, se quejan mayoritariamente de abandono y de desprotección frente a los daños que genera la creciente fauna salvaje. El oso pardo ha pasado de contar con unas decenas de ejemplares a finales del siglo XX a tener una población de aproximadamente 280 animales contabilizados en la población suroccidental, y son muchos los habitantes de los pueblos que afirman «que hay más, muchos más».
«Dicen que quieren recuperar la población del campo, pero no nos apoyan de ninguna forma, y la gente se va. Aquí quedan algunos ganaderos y gente que tiene colmeneros, pero todos tienen 55 o más años y en el pueblo la mayoría de la gente está ya jubilada, así que o se hace algo o esto queda para las fieras en cuestión de unos años, que parece que es lo que quieren de verdad», concluye el yerno de Carmen Suárez.
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