«Un pueblo sin bar es como un enfermo terminal»
Nuevos establecimientos ·
Según la Federación Asturiana de Parroquias Rurales (FAPAR), en los últimos dos años han abierto solo seis bares en la zona ruralLos bares son el alma de los pueblos. No sólo porque generan empleo y contribuyen a dinamizar la economía local, sino porque son esenciales para ... mantener las relaciones sociales entre los vecinos, para la vida y la comunicación. Según datos de la Federación Asturiana de Parroquias Rurales (FAPAR), en los dos últimos años, han abierto en la zona rural seis nuevos bares, y sólo ha cerrado uno. Sin embargo, si hablamos de datos de toda Asturias, las cifras son desalentadoras, ya que, desde hace cuatro años la región no ha dejado de perder establecimientos. Según datos de la patronal de turismo Otea, en 2020 había abiertos un total de 4.937 establecimientos de bebidas en la región y desde entonces el número de cierres ha sido constante. En 2021 quedaban abiertos 4.770 bares mientras que en 2022 bajaron hasta los 4.717. En 2023 había un total de 4.452 y el pasado año ya se cerró con 4.388. Se trata de una caída de 549 establecimientos de bebidas durante los últimos cuatro años.
Para Cecilia González, que está a cargo del Chigre de Loro, una pequeña localidad de Pravia, «un pueblo sin bar es como un enfermo terminal». Y precisamente ese es el riesgo que corre la parroquia rural de Loro actualmente. Con unos cuarenta habitantes, «ninguno de ellos concibe la vida sin el bar», pero lamentablemente sólo abre los sábados porque el resto de la semana no genera ganancias y «no es rentable». González, que es abogada de profesión, asegura que «antes venía mucha gente, pero con los años fue viniéndose a menos. Hasta que hubo un momento en el que ya abrir el bar todos los días no compensaba», dijo.
Para ella no es lo mismo mantener los clientes en un bar en Loro que en la ciudad. «Requiere de mucho más esfuerzo e ingenio porque la gente no sube hasta Loro sólo por tomar un café. Tiene que haber algún atractivo más», explicó.
Añadió que al bar vienen cinco vecinos los sábados, no viene nadie más . «Pero si les quitas el bar los matas. Es su única diversión para socializar y sentirse menos aislados. Hay un señor muy mayor de 95 años que viene caminando desde su casa al bar todos los fines de semana y para él eso es vida. Viene contento porque quiere echar la partida», dijo.
Incluso, cuenta Cecilia, que hay un matrimonio de Lugones que tienen una segunda vivienda en Loro, y sólo vienen al pueblo «cuando el bar está abierto, sino no vienen».
A unos 15 minutos de Loro está el pueblo de Los Cabos. Allí una joven madrileña, Coral López Díaz, apostó por la zona rural y hace 10 meses reabrió el bar-restaurante Los Cabos, después de años de estar cerrado. Con sus puertas cerradas, el pequeño pueblo praviano languidecía, sin un lugar donde los vecinos pudieran juntarse, pero desde el momento en que Coral volvió el bar a la actividad, «el pueblo revivió». «Viene mucha gente, ya no sólo del pueblo, sino también de fuera, y eso da mucha vidilla a todos. Nosotros abrimos de martes a domingo y hay días que necesito que mi marido me venga a echar una mano porque no doy abasto. Además, también damos comidas, la especialidad es el bacalao, que lo hago yo misma», comenta la madrileña.
López recordó que desde hace mucho tiempo «me gustaba mucho este bar, pero estaba cerrado y además mi familia desde Madrid me echaba para atrás porque me decían que no iba a tener éxito, que estaba en un pueblo pequeño, que iba a ser un fracaso... Hasta que salió a subasta de nuevo y entonces aproveché la oportunidad y me arriesgué», contó, emocionada.
Para ella es perfectamente posible tener calidad de vida en la zona rural, «aquí hay oportunidad para emprender, pero tiene que gustarte el pueblo. Si no te gusta y no entiendes este modo de vida, no lo recomiendo. Yo vengo de Madrid y no me gusta la ciudad, aquí estoy encantada porque la gente en los pueblos te trata con cercanía, te arropa, te hace sentir como si fueras parte de su familia», explicó.
También en Pravia, en la parroquia de Somao, el bar del Centro Social Santa Eulalia es el lugar favorito de los vecinos. Desde hace uño y medio una avilesina que se cansó de la ciudad, cerró su negocio en el centro de Avilés después de la pandemia, y quiso apostar por Somao. Se trata de Marianela González García, quien asegura que está encantada en el pueblo y que ahora ya no vuelve a la ciudad «ni aunque me pagaran». González subraya que el papel que cumple un bar en un pueblo «es fundamental porque sin él hay mucha gente que sino no socializaría. La vida de Somao es este bar porque aunque hay otro, este es el bar de referencia aquí. Hubo un tiempo en que estuvo cerrado y se notó muchísimo, no había nadie por la calle», contó.
La hostelera añade, además, que «aquí vienen jóvenes y mayores y es muy bonito cuando se juntan. Cuando hacemos eventos dentro del bar ves a gente de 20, de 50 y de 80 bailando y compartiendo juntos y eso es lo que logra un bar. Un bar es unión entre vecinos, sobre todo en los pueblos», comentó.
Nuevas esperanzas en el suroccidente
Y en el suroccidente de Asturias, en la localidad de Moal, en Cangas del Narcea, el año pasado el joven matrimonio de Aida Marcos y José Ángel Rodríguez, ayudados por el alcalde de barrio Antonio (Toño) Rodríguez, abrió las puertas del único bar de Moal: Puerta de Muniellos. Desde entonces ha venido mucha gente, para ellos este establecimiento «es un punto de encuentro muy bonito que les permite conectar con la naturaleza y conversar. Es un gran paso para ayudar a fijar población y crear empleo y que servirá de ejemplo para que se haga lo mismo en otros pueblos», explicó Rodríguez.
El nacimiento de este establecimiento vino a ser «la salvación del pueblo», pues desde hace 20 años no tenía un bar abierto. En 2020, sumergidos en mitad de la pandemia, un grupo de vecinos de la localidad canguesa creó la cooperativa Puerta de Muniellos con el objetivo principal de volver a traer un bar al pueblo. La iniciativa «salió de las asociaciones de Moal, tanto de la Asociación de Muyeres como de la Asociación Cultural y fue aportada por todo el pueblo», explicó Antonio Rodríguez, quien aseguró que se trataba de «un reto demográfico, queríamos asentar población y darle un poco de vida al pueblo. Dar la oportunidad de quedarse aquí a la gente que quisiera y que además se pudiesen ganar la vida», destacó.
Hoy, un año después de su apertura, el bar de Moal ha devuelto el movimiento en el pueblo y con él también «llegó de nuevo la esperanza de que sí se puede vivir en la zona rural porque hay oportunidades», contó el alcalde de barrio.
Y en el concejo de Cabrales, en el pequeño pueblo de Asiegu, los hermanos Javier y Manuel Niembro mantienen en pie el único bar-restaurante de la localidad: Casa Niembro, el cual, heredaron de sus padres y cuya existencia se remonta a hace unos 50 años. «Si cerráramos, los vecinos se morirían de pena. Este lugar es parte de nuestra vida y de la de ellos», indicó Javier Niembro. En Casa Niembro son especialistas en tapas: quesos asturianos, jabalí con castañas, cordero, callos, entre otras. Pero aunque su cocina es exquisita, lo que más valoran los vecinos de este bar-restaurante es la alegría que le aporta a Asiegu. «Tu quitas el bar y es como si quitaras su lugar de encuentro. Hay personas que sólo vienen aquí para sentirse menos solas», subraya Javier Niembro.
Los hermanos Niembro estudiaron Geografía en la Universidad de Oviedo, y eso les otorgó una visión más amplia de lo que debe ser un negocio en zona rural. Ellos aseguran que los bares en pueblos pequeños desempeñan una función de centro social que para sus habitantes es esencial para mantener la actividad en sus localidades. «Si nosotros cerramos, la gente que vive aquí empezará a marchar», concluye.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión