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Es un problema que le cuesta entre 1.000 y 1.500 millones a las arcas del Estado cada año. Es lo invertido en los ... miles de estudiantes que acceden a la Universidad y abandonan los estudios elegidos. Un problema que en Asturias es ligeramente superior a otros territorios, con un 30% de abandono, tal y como publicó EL COMERCIO. Y la Universidad de Oviedo ha puesto manos a la obra, gracias al trabajo que lideran Ana Bernardo y José Carlos Núñez, del grupo de investigación Aprendizaje Escolar, Dificultades y Rendimiento Académico. No es un tema nuevo para ellos, en el que llevan años trabajando, pero desde hace algo más de un año lo hacen de forma más intensa aún si cabe, gracias al 'Estudio de los factores de riesgo y protección del abandono universitario. Elaboración de una guía de buenas prácticas', con financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación, a través del Programa Estatal para Impulsar la Investigación Científico-Técnica y su Transferencia, del Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación 2021-2023.
Queda mucho trabajo por delante (el proyecto dura tres años), pero ya hay algunas primeras «impresiones», de la encuesta que se realizó a los estudiantes nada más empezar el curso. Gracias a la implicación del equipo rectoral y de todos los decanos y directores de escuelas, 2.120 estudiantes de nuevo ingreso de todos los grados contestaron a ese primer test de forma voluntaria.
Y el resultado fue que el 19%, esto es, casi dos de cada diez nuevos alumnos, ya tenía intención de abandonar el grado que habían elegido. Y eso era, como queda dicho, nada más empezar el curso (en las primeras seis semanas). Hay que recordar que, en el caso de la Universidad de Oviedo, ese 19% se convierte después en un 30% de abandono del grado (una parte cambia de estudios y la otra abandona la Universidad).
La idea es repetir la encuesta en dos ocasiones más: ahora están con la segunda y la tercera será entre los meses de septiembre y octubre, esto es, al inicio del segundo curso.
A la hora de analizar ese 19% de intención, o ese 30% de abandono, lo primero es «no asustarse», explica José Carlos Núñez. Para empezar, hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría del alumnado que realiza la EBAU accede a la Universidad, y que un 30% aproximadamente no accede al grado de su primera elección.
Más allá de eso, los investigadores han visto que un alumno tiende a presentar pensamientos relacionados con la intención de abandono de los estudios en la medida en que tiene peores hábitos de salud. Una mala alimentación, poca actividad física y el consumo de sustancias favorece la intención de abandonar. Bernardo apunta el hecho de que muchos alumnos de primer curso han salido por primera vez de la 'tutela familiar', es decir, viven lejos de casa, lo que puede empeorar también esos hábitos.
Influye también el valor atribuido a los estudios y su percepción de competencia para afrontarlos con éxito: pensar que no son capaces de hacerlo tiene más peso que sus verdaderas capacidades. Y entonces es, cuando apenas un mes después del inicio del curso, algunos empiezan a tener los objetivos poco claros y a pensar que «esto no es lo mío». A eso se suman «las dificultades para realizar aprendizajes profundos», porque la Universidad no es el colegio y requiere de un aprendizaje autónomo. Y los investigadores han visto cómo a los alumnos les faltan esas habilidades «para manejarse en la universidad con autonomía». Como les faltan también herramientas para afrontar los problemas, el estrés, la frustración. A eso se suma que suelen tener una peor relación con sus iguales, se aíslan más y se refugian en las redes sociales.
Solo hay que echar un vistazo a los pasillos de las facultades: cada vez más alumnos solos, con el móvil o la tablet en la mano. Eso les priva de un «grupo de catarsis», de una comunidad que está viviendo lo mismo y que puede ser de gran ayuda.
En cuanto a las áreas con más intención de abandono, son las Ciencias Sociales y Jurídicas y las ingenierías. En el extremo opuesto, las Ciencias de la Salud, Artes y Humanidades, un dato este último que «nos ha sorprendido gratamente».
Es un asunto complejo que tiene multitud de causas, que «ocupa y preocupa a la Universidad de Oviedo», tal y como ha admitido el propio rector, Ignacio Villaverde. Pero el objetivo de este estudio es «atacar el problema de forma preventiva» y hacer una propuesta de posibles soluciones. En este sentido, y a la espera de confirmar los datos preliminares, Bernardo y Núñez han diseñado lo que ellos denominan la 'estrategia triárquica de acción', que consiste en intervenir en tres niveles. Con un denominador común: «La relevancia de la orientación académica en las distintas fases del proceso de escolarización».
Hay que orientar antes de elegir los estudios universitarios para asegurarse de que los alumnos eligen realmente lo que quieren y, muy importante, lo que pueden hacer. La orientación en los institutos lo es tanto como la de las Jornadas de Orientación Universitaria, para que los jóvenes conozcan las titulaciones. Los investigadores dejan clara una cuestión: la responsabilidad no recae exclusivamente en los orientadores, sino en los propios jóvenes que, «a la hora de informarse no recurren a los profesionales, sino a los amigos o a otras fuentes equivocadas». De hecho, dicen, es habitual que lleguen al grado (elegido o no en primera opción), sin haber consultado el plan de estudios, las asignaturas... Y es cuando llegan los problemas para afrontar, por ejemplo, las materias de Cálculo o Álgebra, que 'desconocían' que deberían superar en las ingenierías. Porque las cifras indican que un 61,2% de los estudiantes que vienen del Bachillerato Científico-Tecnológico, a pesar de elegir los estudios que cursan como primera opción, han pensado ya en abandonar. Estos y los de Humanidades y Ciencias Sociales son los que requieren «una mayor atención».
La segunda parte de la estrategia pasa por reforzar los servicios de orientación universitaria y los Planes de Acción Tutorial de los centros que deberían pasar de 'esperar' que los alumnos recurran a «estar atentos para poder identificar a los alumnos que empiezan a desmotivarse, aislarse y pensar que aquello no es para ellos». Lo más importante, insisten, es ayudar a los jóvenes a reajustar expectativas y, si van a abandonar el grado, que no abandonen en ningún caso la formación. La tercera pata son los propios estudiantes, sus asociaciones, su movimiento participativo como herramienta para integrar a los alumnos e impedir su desvinculación.
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