El San Agustín establece un protocolo de sedación para pacientes agónicos
Elaborado por el Comité de Ética del centro, indica la medicación apropiada y los pasos para «anular la conciencia» de enfermos terminales con dolores
RUTH ARIAS
Jueves, 2 de junio 2016, 04:19
«El dolor en la agonía es caprichoso», asegura Manuel Valledor, médico del Hospital San Agustín y uno de los miembros de Comité de Ética para la Atención Sanitaria del Área III, que ayer presentó el protocolo de sedación en la agonía que se aplicará a partir de ahora. «Hay personas que en sus últimos momentos se quedan sin dolor, pero la mayoría refiere que le duele todo, y si el paciente lo dice no hay nada que discutir», explica.
El protocolo establece un modo de actuación en «las últimas horas o días» de pacientes con enfermedades incurables. «Se busca anular la conciencia del paciente para que esos últimos momentos se vivan con la mayor dignidad posible», señala. Se busca hacerlo de forma ordenada y siguiendo los mismos criterios para todos los pacientes.
El documento ha sido redactado por el Comité de Ética, con el intensivista jubilado José María Vega como uno de los principales motores. «El procedimiento es muy sencillo y con muy pocos fármacos», indica. Los principales son una benzodiacepina y un opioide, generalmente morfina, cuyas cantidades solo dependen del caso. «No hay una dosis máxima, sino necesaria», aseguran los profesionales.
Pero en el texto no solo se establece la diferente medicación necesaria para evitarle los dolores al paciente en estado terminal, así como otros síntomas que también son frecuentes, como la agitación y la ansiedad, convulsiones o la sensación de falta de aire. El protocolo regula también a qué tipo de enfermos se les puede sedar y qué consentimientos son necesarios para llevarlo a cabo, una información que requerían muchos médicos del San Agustín.
Se establece que es necesario que haya un diagnóstico preciso que confirme que el estado del paciente es irreversible y que el fallecimiento es inminente, y tiene que presentar además algún síntoma refractario, como fuertes dolores, disnea, delirium o un sufrimiento psicológico incontrolable. El protocolo requiere que todo este detallado en la historia clínica y que se monitoricen las constantes desde el momento en el que comienza a aplicarse la medicación.
Consentimiento informado
Se exige, sobre todo, que haya un consentimiento informado del paciente siempre y cuando esté capacitado, y de su familia cuando no lo esté. «El conflicto puede ocurrir cuando nosotros pensamos una cosa y sus allegados lo ven de una forma diferente», indica Valledor, que también asegura que «si se cuida la comunicación no suele haber problemas». Para resolver esos desencuentros debe acudirse al Comité de Ética en primera instancia y, si fuese necesario, a la autoridad judicial, que resolvería en último extremo.
«En fases terminales constituye una mala praxis permitir el sufrimiento por miedo a adelantar la muerte al buscar alivio, y también es maleficiente la obstinación y el encarnizamiento terapéutico», reza el documento, cuyo objetivo es «el bienestar del paciente».