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Dice el biólogo César Álvarez Lao, miembro del grupo naturalista Mavea, que hace quince años se podían juntar en un día de la primera quincena ... de mayo unas 5.000 aves en el Monumento Natural de Zeluán, en Avilés. Ayer, en cambio, se anduvo en torno al centenar. En concreto 86 pájaros de 11 especies registraba Fran Baena en la aplicación de su teléfono móvil mientras orientaba a los aficionados que ayer se acercaron hasta el observatorio en esta margen derecha de la ría. La marea alta facilitó, además, la tarea en la segunda de las actividades organizadas por Mavea con motivo del Día Mundial de las Aves Migratorias, que se celebró el sábado.
«Hoy hay un número bajo de aves, quizás por el temporal», explicaba Álvarez Lao en la caseta donde Mavea mantiene una exposición permanente sobre la variedad biológica en el entorno de la ría y también una temporal sobre las gaviotas, esa especie demonizada en las ciudades sobre la que el grupo quiere «sensibilizar», como señaló David Díaz.
Ayer, la especie que reunió un mayor número de ejemplares fue el correlimos común, que como apuntó Álvarez Lao, «está desapareciendo». El segundo tipo de correlimos más numeroso fue el tridáctilo, al que es muy habitual ver en la playa, corriendo según suben y bajas las olas. Estos, tras hacer escala en Avilés, harán otra parada en las Islas Británicas o en Islandia hasta su destino final en Groenlandia. También se pudieron ver chorlitos gris, zarapitos trinadores y cormoranes, entre otros, que luego vuelan hasta Siberia.
Carolina Tejero, de 14 años, trataba de inmortalizarlos con su cámara. Le gusta la fotografía y comparte la afición por las aves con su madre, con la que acudió. Darío Álvarez, de 8 años, fue con su tía Isabel, quizás la persona que le haya metido el gusanillo de las aves porque desde pequeño han participado en muchas actividades de Mavea mientras sus padres le han inculcado el valor de la naturaleza. «Estoy aprendiendo», confesaba con prudencia este castrillonense, mientras bajaba unos segundos los prismáticos a través de los que miraba atentamente la ensenada. A pesar de lo desapacible que estaba a primera hora de la tarde, se felicitaba porque «hay gran cantidad de pájaros». Cuestión de percepción. En 1991 podían juntarse 300 correlimos gordos un día y ahora, en cambio, están en peligro de extinción.
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