El mercado del lunes regresa a Hermanos Orbón a medio gas

Casi tres meses después, los vendedores ambulantes regresaban ayer a la plaza de Hermanos Orbón. Ropa, complementos y calzado en el interior de la plaza mientras los productos del campo permanecieron instalados en el parque de El Muelle. Aunque ansiaban la vuelta, se encontraron con un mercado del lunes a medio gas. No solo por el hecho de que solo acudieron la mitad de los habituales como método para garantizar el distanciamiento, sino porque la clientela no se animó a comprar.

La jornada comenzaba con la lluvia como amenaza, aunque finalmente dio una tregua y se pudo salvar una buena parte de la mañana. No obstante, los nubarrones y el agua de las primeras horas hicieron que algunos de los puestos autorizados a instalarse ayer decidieran no hacerlo ante, precisamente, la previsión de falta de ventas. Es por eso que tanto vendedores como clientela notaron el mercado «desangelado».

A lo largo de la mañana no dejaron de entrar personas a la plaza de Hermanos Orbón aunque la mayoría para pasear y ojear la mercancía de los diferentes puestos. «Están animados a mirar pero a comprar poco», decía Ángel Sánchez, responsable de uno de los puestos de ropa de cama. Unos metros más allá, Ángel Jiménez, apuntaba a una venta «relajada», al menos en su género, las telas, aunque sí reconocía que «viene gente queriendo comprar y miran, aunque no es la misma afluencia que antes, ni mucho menos».

La merma de puestos también pesa en contra. «Muchos no vinieron y eso hace que esto se vea más vacío. Además, los clientes están un poco recelosos de tocar la mercancía, y eso que tenemos un protocolo que todos seguimos», comenta Manuel Pérez, que tiene un puesto en el mercado y una tienda en la calle La Fruta.

Por su parte, la clientela reconocía que «al ser el primer día tenemos que amoldarnos todos. Nosotras venimos a comprar porque somos conscientes de que tenemos que reactivar la economía», explicaban Charo, Ana, Marisa y Carmen, un grupo de amigas que suelen ir siempre juntas al mercado los lunes. Ellas explicaban que «es agobiante si vienes solo a mirar porque tienes que ir con mascarilla y con cuidado de tocar las cosas. Si vienes es porque quieres comprar, ellos lo necesitan».

En cada una de las cuatro entradas se advertía que se debía recorrer el recinto en el sentido de las agujas del reloj, una norma sencilla pero que no todo el mundo cumplió, pues «las señales no se ven muy bien, están arriba y tu entras de frente», confesaron algunos de los primeros visitantes al mercado. «Tenemos que tener geles para que la gente pueda desinfectarse las manos al tocar la mercancía, pero casi nadie los usa porque traen los suyos de casa y prefieren usar esos», destacaba Ángel Sánchez. Lo que sí se guardó fueron los dos metros de distancia entre unos puestos y otros, que a su vez debían instalar toldos en sus laterales y zonas traseras para no coincidir con otros. «No entendemos que las mesas de una terraza puedan estar a dos metros y nosotros no. Así podríamos trabajar muchos más», decían algunos vendedores.

Reclaman una flexibilización de las restricciones al final del estado de alarma. «Ahora mismo solo podemos ponernos cada quince días, y así no se puede uno recuperar, aunque sea mejor que nada. Esperamos que el Principado nos escuche y nos de facilidades para poder trabajar al 100%», pedía Ángel Jiménez.

Mientras, en el parque del Muelle se instalaron los puestos de venta de productos de alimentación de las zabarceras, que volvieron a reiterar sus quejas por la ubicación. «Veníamos diciendo que cuando lloviera sería un problema, y estamos pasando frío y hace mucho aire aquí. Deberían buscar una fórmula para que todos entremos en la plaza, como siempre, aunque antes de que nos manden para casa de nuevo esto es mejor», comentaba Marta Miranda.

Bajo toldos o sombrillas se resguardaron del agua aunque «las ventas siguen flojas porque la gente no madruga para venir a comprar. Es solo un goteo», lamentaron en algunos de los puestos.