¿Por qué soñamos?

Dormir es mucho más que cerrar los ojos, es un proceso esencial para nosotros. Cada noche, o en cada siesta, realizamos un periplo molecular silencioso y visiblemente especial, pero ¿por qué dormimos? La respuesta no está en una sola función, sino en la coordinación de una serie de fases cerebrales.

Durante la fase N1, el cerebro reduce su actividad gracias a la acción de la melatonina y la adenosina. La orexina, esa sustancia que nos mantiene despiertos, disminuye. En esta fase los sueños incluyen imágenes fugaces, pensamientos dispersos que implican a las partes del cerebro activas durante la vigilia. Estos momentos son clave para consolidar la memoria inmediata.

En la fase N2, las regiones activas durante la vigilia van dejando de estarlo. Aquí se consolidan memorias recientes y habilidades motoras, gracias a patrones cerebrales como los «complejos K» y los «husos del sueño». Esta fase es como un taller de clasificación: el cerebro decide qué aprendizajes conservar.

La fase N3 da comienzo al sueño profundo. En ella, las ondas cerebrales, conocidas como ondas delta, son lentas y el cuerpo entra en modo reparación: se fortalecen los músculos, se refuerza el sistema inmunológico y se liberan hormonas clave. Aquí el cerebro también hace limpieza: investigaciones de la Universidad de Boston mostraron que en esta fase se eliminan desechos como la proteína beta-amiloide, relacionada con enfermedades neurodegenerativas. Los recuerdos comienzan a entrelazarse con conocimientos más amplios y duraderos, tejiendo conexiones entre lo aprendido y lo ya sabido.

Finalmente, aparece la fase REM, en la que el cortex prefrontal se reactiva intensamente mientras el cuerpo permanece paralizado, debido a la caída de neurotransmisores como la noradrenalina y el aumento de la acetilcolina. En esta etapa resolvemos problemas, consolidamos memorias emocionales. Soñamos de formas distintas para integrar, entender y transformar lo vivido.

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