Los glaciares de los Pirineos confirman su declive y pierden hasta 5 metros de espesor en un año
El último estudio sobre su situación desvela que el más grande, el del Aneto, se ha fragmentado y ha perdido más de la mitad de su superficie desde 2011
Tras la tregua que las acumulaciones de nieve dieron el año pasado, el último balance sobre el estado de los glaciares de los Pirineos confirma ... un declive que los expertos consideran irreversible. «Solo con una sucesión de muchos años de acumulación de nieve y de bajada de temperaturas podrían sobrevivir. A corto plazo resulta imposible», explica Jesús Revuelto, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC). Según los últimos datos publicados por el Grupo de Investigación CryoPyr del que forma parte, las zonas donde el hielo quedó expuesto han experimentado pérdidas muy acusadas, similares a las registradas en los peores años de la última década. «Estos resultados sitúan el año 2024-2025 como el tercero peor en cuanto a pérdidas desde que se dispone de datos anuales, tras los años extremos de 2021-2022 y 2022-2023», reza el informe. En el caso del más grande de todos ellos, el del Aneto, los datos son igualmente preocupantes: se ha fraccionado de nuevo y la parte situada bajo el collado de Coronas se considera ya un helero.
Suelen decir los expertos que estos gigantes helados de montaña son como los canarios en la mina, los primeros en dar la señal de alarma de que algo no va bien. Y en la cordillera pirenaica nada va bien. Basta un dato para demostrarlo: de los más de cien glaciares existentes en 1850, en la actualidad solo sobreviven 14. En superficie, se ha perdido más de un 92% en este siglo y medio. Los análisis realizados este pasado mes de septiembre en las masas de hielo del Aneto, Monte Perdido, Ossoue (Vignemale), Llardana (Posets) e Infiernos han revelado una pérdida de espesor media de «en torno a 1,4 metros», detalla el glaciólogo. Este promedio resulta un tanto engañoso a la vista de que en el peor de los casos, esa cifra se dispara a los 5,4 metros en algunos puntos del glaciar que descansa a la espalda del Vignemale, el pico más alto de los Pirineos franceses. Su retroceso medio triplica la cifra general: 3,4 metros.
El siguiente más debilitado es el de los Infiernos. Ubicado en las cercanías de Baños de Panticosa y no lejos del Vignemale, ha registrado un pico de adelgazamiento de 4,2 metros, con una media de poco más de metro y medio. Su deterioro ha hecho aflorar una isla de roca madre en continua expansión en su parte central que ha llevado a los expertos a retirarle su condición de glaciar y considerarlo una placa de hielo sin movimiento. Poco menos ha retrocedido el de Llardana (Posets). En el caso del segundo pico más alto de la cordillera, su glaciar ha perdido un máximo de 4,1 metros, registrando un descenso medio de 1,4 metros.
El imparable declive del glaciar del Aneto
El glaciar asentado en la cara norte de Monte Perdido ha retrocedido en algunos puntos hasta cuatro metros -la media es de 1,3 metros- en los últimos doce meses, empeorado una situación que se ha agravado a marchas forzadas en los últimos años: en 2010 se detectó que su parte inferior se había desgajado de la superior y en 2023, ese fragmento se dividió a su vez.
También se ha fragmentado el más grande de todos ellos, el que descansa bajo el Aneto y el Pico Maldito y se extiende hasta el Portillón Superior, un punto de paso en la ruta de subida más habitual al techo de los Pirineos. La parte situada bajo el collado de Coronas ha 'muerto' y ya solo es un helero, como le sucediera años atrás a la masa situada a su izquierda, justo debajo de la cima del Aneto. «Son 3,6 hectáreas menos que dejan su extensión en 30, menos de la mitad de los que tenía en 2011», precisa Revuelto, que sitúa en torno a 2035 el momento en el que los glaciares acaben convertidos en heleros sin vida.
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