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El artista fue uno de los grandes referentes del informalismo. Pablo Basagoiti

La luz de Elías García Benavides se apaga

El pintor leonés afincado en Oviedo falleció en el Lido de Venecia tras una larga vida dedicada al arte y el diseño

Inés Barea

Gijón

Jueves, 19 de junio 2025, 22:39

El nombre de Elías García Benavides se escribe por sí mismo en la genealogía del arte contemporáneo. El miércoles, en su casa del Lido veneciano –donde residía una parte del año y cuyo paisaje y luz convirtió numerosas veces en lienzos– y tras una larga vida dedicada a la pintura, fallecía repentinamente dejando al mundo de la cultura asturiana sin una de sus grandes referentes.

Nacido en León en 1937, el amor le trajo hasta Oviedo, donde residía desde 1967 alternando su estancia en Asturias con asiduas visitas a su admirada Venecia. Comenzó su carrera artística como dibujante en una agencia de publicidad, sector donde fue pionero y prosperaría hasta crear su propio estudio junto a José Santamarina en 1972. En poco tiempo se convirtió en un referente dentro del campo del diseño gráfico, que desarrollaría especialmente durante las décadas de los setenta y ochenta pero del que no se desvincularía nunca, acudiendo a actividades del Consejo Internacional de Diseño Gráfico en Inglaterra y en la Bienal de Xilografía Contemporánea organizada por el Museo de Xilografía de Castello del Pío, en Italia. Participó, además, en el certamen Segno Gráfico, en Venecia, y fue artista visitante y profesor de la Scuola Internazionale di Grafica también en Venecia.

En paralelo, su trayectoria artística fue desarrollándose hasta alcanzar una brillante madurez, manteniéndose siempre en activo y coherente en su trabajo. Su obra se pudo ver por primera vez en el año 1969 en dos exposiciones colectivas, y en 1972 inauguraría su primera individual en la Galería Tassili de Oviedo. A partir de ese momento, lo haría en más de cuarenta ocasiones en galerías e instituciones tanto en Asturias como en Madrid, París o Venecia y recibiría, en 1975, el Primer Premio del Certamen de Pintura de Luarca.

Sobre el lienzo dejó grabados los llamados 'paisajes emocionales', que le convertirían en uno de los máximos representantes del informalismo en nuestra región. La protagonista de su mirada fue siempre la luz, acompañada de los colores con los que tenía composiciones, sobre el lienzo o el papel, siempre matéricas y cargadas de significado.

Su obra, según destacó el pasado año Luis García Martínez, director de Arte y Exposiciones del Instituto Leonés de Cultura, donde celebraban su trayectoria con una gran retrospectiva, «es ese lugar expresivo donde fluye el sentimiento espiritual interior del poeta, que en este caso en concreto es, al mismo tiempo, pintor». Poesía que empapaba luminosa cada rincón de su trabajo, que daba forma a «una pintura vital, esencial, concreta, donde el creador plasma sus sensaciones e impresiones emocionales y sentimentales». Y poeta, esta vez sí, de las palabras, es también su gran amigo y Premio Cervantes Antonio Gamoneda, que no dudó en elogiar su trabajo en numerosas ocasiones: «No en la imagen sino en la huella; no en la 'frase' sino en la 'música'; no en el contorno sino en el pigmento y el gesto; no en el tema formal y sí en la inmanencia formal del propio y total espacio pictórico», escribió. «Que la 'lectura' de tus cuadros sea ahora más sutil, más compleja o difícil, es una posibilidad, y por tanto, un asunto opinable. Lo que admite pocos cuestionamientos es que tus cuadros son irremediablemente hermosos».

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