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Amour, 1958-59. Óleo sobre lienzo. Colección privada (Nueva York).
La pintura de Nela Arias-Misson sale a la luz

La pintura de Nela Arias-Misson sale a la luz

Nacida en La Habana de padres asturianos, el volumen recoge una veintena de sus obras hasta ahora inéditas. Un libro recorre la vida y la obra de una de las pocas mujeres vinculadas al expresionismo abstracto

AZAHARA VILLACORTA

GIJÓN.

Miércoles, 13 de noviembre 2019, 00:12

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«Nela Arias-Misson nace en La Habana, Cuba, el 8 de septiembre de 1915. Era alta, distinguida, con el pelo color caoba y ojos azules. Tenía una gran belleza y una ingente cantidad de admiradores en sus años de juventud. Su padre, Amadeo Arias Rodríguez, natural de Avilés, era un hombre distante y serio con quien Nela apenas tenía relación. Su madre, Sira García Menéndez, descendía de antiguas y nobles familias asturianas: los Carreño (vinculados a Pedro Menéndez de Avilés, Gobernador de la Florida y Cuba) y los Maribona».

Así arranca 'Nela Arias-Misson: la pintora del espíritu', un libro que está a punto de presentarse en Madrid antes de llegar a Asturias y que habla de una mujer poderosa y enigmática que, en lo personal, «era un huracán que se casó cuatro veces. La primera, con un agente de la CIA que quiso llevarla sin éxito a Indonesia, un matrimonio del que nació su único hija, Carole. La segunda, con un abogado atormentado que, sin embargo, la apoyó incondicionalmente para formarse como artista incluso después de separarse». Una «pintora asturiana-norteamericana», como solía presentarse a pesar de que ni nació en el Principado ni vivió nunca la región, pero que siempre llevó sus orígenes en lo más profundo. «Y la prueba es que, cuando murió, solo un mes antes de cumplir cien años, sus cenizas fueron traídas a Asturias desde Miami por orden suya y hoy reposan en el cementerio corverano de San Esteban de Molleda junto a las de su única hija», cuenta Alicia Vallina.

Esta periodista y doctora en Historia del Arte sierense es la encargada de trazar la trayectoria vital y artística de Nela Arias-Misson (1915-2015), nacida Manuela Arias García, cubana de cuna y orgullosa asturiana de sangre y alma. Una investigación que la ha llevado, al menos, a una decena de ciudades de América y Europa siguiendo sus pasos, porque la vida de esta «creadora excepcional es digna de una novela».

Así que Vallina pensó que lo mejor era acudir también a «tres personas que la conocieron bien, que firman tres visiones emocionantes». Especialmente, la del también creador Alain Arias-Misson, padre de la poesía concreta, «con quien Nela inició una relación cuando ella tenía cuarenta años y él veinte fruto de la cual él fue desheredado», que la introdujo en los ambientes intelectuales europeos y de quien tomaría su apellido una de las pocas mujeres vinculadas al expresionismo abstracto.

Amiga de Rothko (a quien admiraba especialmente), Picasso, Miró o Brossa, se codeó con lo mejor de las vanguardias internacionales y ella misma, poco interesada en la compra-venta, brilló con luz propia con una producción que «entendía como una experiencia espiritual, intima y humana». Y, de ahí, el título de este apasionante libro de Ediciones Asimétricas.

Pero Vallina lleva tiempo buceando no solo su obra plástica, que supera las cuatrocientas piezas entre óleos, dibujos y acuarelas -la mayor parte de ellos, en manos de una fundación privada con sede en Miami-, sino también su archivo, ingente por los documentos y, sobre todo, por la correspondencia que intercambió con los genios que fueron sus amigos y que, en muchos casos, «se enamoraron perdidamente de ella».

Y, fruto de este trabajo, el nuevo volumen incluye reproducciones de una veintena de obras hasta ahora inéditas que, en el futuro, formarán parte de un catálogo razonado de su obra. Aunque Alicia Vallina no oculta que uno de sus sueños es organizar una gran exposición en el Centro Niemeyer. Nela Arias-Misson, la gran desconocida, sale a la luz que lleva tiempo mereciendo quien rechazaba de pleno el Pop Art, movimiento estético impulsado por Andy Warhol, al considerarlo vacío de contenido, aburrido y cínico. «No le interesaba que se interpretara lo que quería transmitir, sino que, sencillamente, el espectador sintiera sus cuadros».

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