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Hablar del terreno asturiano es hacerlo, inevitablemente, de los argayos y movimientos de tierra, un fenómeno que está a la orden del día y para el que resulta fundamental conocer el espacio y las circunstancias en las que se producen.
De ello dio cuenta ayer el geólogo de la Universidad de Oviedo, Carlos López, en el Aula de Cultura de LA VOZ DE AVILÉS, ante un abarrotado salón de actos del Centro de Estudios Universitarios. De la mano de Mercedes de Soignie, López destacó que en Asturias «tenemos la 'suerte' de tener una orografía muy complicada» que condiciona el desarrollo y el mantenimiento de las infraestructuras.
«Nuestra orografía nos ofrece grandes retos y eso hace que sea complicado comunicarnos con el resto», señaló. Esas complicaciones se vieron agravadas el pasado noviembre con el desprendimiento de rocas del Huerna, una zona que «plantea un mantenimiento caro, complicado y hay que dedicarle un esfuerzo que tal vez no se dedique y hace que todo sea un handicap».
No obstante, «esta orografía también hace que Asturias sea una potencia investigadora en materia de geología» y que la región se haya posicionado como «un referente de investigación geológica de España». Pese a ello, y pese a que Asturias sea una zona en la que abundan los desprendimientos de tierra o las inundaciones, no todo el mundo sabe cómo reaccionar a ellos.
Como muestra de ello Carlos López puso cifras a las víctimas que han fallecido por deslizamientos entre 1995 y 2017. En España fueron un total de 41, de las que 28 pertenecen a Asturias. «La moraleja es que hay que aprender o recuperar el conocimiento por el entorno que nos rodea. Esto de hacernos cada vez más urbanos tiene sus inconvenientes y es que se nos ha olvidado dónde vivimos, cómo es el medio donde vivimos y que vivimos en un entorno con riesgos», afirmó el decano de la facultad de Geología.
«El riesgo cero no existe» y como ejemplo López expuso varias imágenes y casos en los que se muestra la importancia de conocer el terreno y los riesgos que ofrece. Entre ellas destacó la catástrofe de la Dana de Valencia en octubre, el terremoto que sacudió Lorca en 2011, o el desprendimiento de rocas en La Cortina, en Lena, en 2018, en una zona «de muy alto riesgo».
A ellos sumó otras imágenes de argayos y movimientos de tierra que no causaron daños personales como el de Casazorrina, en Salas, la fragmentación de la N-632 a su paso por el Alto del Praviano en el año 2000 o el desprendimiento que vivió Avilés en los años 90 en la zona de La Carriona. Todos ellos con un origen similar que bien responde a las lluvias o a la estabilidad y naturaleza de las rocas que tras años terminan desprendiéndose.
A los desprendimientos se suman además las inundaciones. «Vivir en una zona inundable es algo muy frecuente en Asturias y aprender dónde vives es importante, no construir en esas zonas es importante y aprender a cómo actuar ante una inundación es importante», señaló López, quien destacó la falta de formación en los institutos para responder ante una catástrofe natural y protegerse, algo que considera que debería ser fundamental.
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