Ignacio del Valle, escritor: «Hermann Göring es un asesino pero literariamente fascinante»
El autor ovetense Ignacio del Valle retrata a Hermann Göring en su nueva novela que presenta este miércoles con el Aula de Cultura de EL COMERCIO en el Ateneo Jovellanos de Gijón
Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) regresa a los tiempos convulsos del nazismo con 'Hermann G.' (Edhasa), una impecable y apasionante biografía novelada del que fue el segundo hombre con más poder del III Reich. El próximo miércoles 18, el escritor y colaborador de este diario, la presenta en el Ateneo Jovellanos de Gijón (19 horas) en un acto del Aula de Cultura de EL COMERCIO.
–¿Qué le atrajo de la figura de Hermann Göring?
–Quien me ha seguido sabe que me gusta el periodo de la II Guerra Mundial y especialmente los 12 años del nacionalsocialismo. Al documentarme para la serie de Arturo de Andrade, siempre aparecía el nombre de Göring. Me parece un personajazo y al final cayó. Es un asesino, evidentemente, un tipo sin escrúpulos, pero una persona fascinante literariamente hablando. Un señor que combate en la I Guerra Mundial con el Barón Rojo, el hombre que crea la Gestapo, la Luftwaffe y el plan cuatrienal para mantener económicamente la guerra en Alemania. Morfinómano, con un cociente intelectual de 140 y es el mayor ladrón de arte del siglo XX.
–Un personaje tan complejo y extremo como su tiempo. ¿Ahí había también material perfecto para una novela?
–Siguiendo la biografía de Göring, que es apasionante, tenía la excusa para contar una época. Él es la columna vertebral de la historia de Alemania entre 1914 y 1945. Tienes el final de la Primera Guerra Mundial, la República de Weimar, el trauma de Versalles, la inoperancia del sistema político, la fragmentación, la polarización. Todo eso es extrapolable a lo que está pasando ahora, porque ese es el caldo de cultivo donde aparecen los demonios, en esas circunstancias históricas que en muchos aspectos son las que tenemos hoy en día y por eso me interesaba tanto.
–En eso sigue el aviso cervantino de que la historia es la madre de la verdad.
–Está claro. Ahora está de moda la teoría de que las democracias se autodevoran. Pues eso ya pasó en Weimar. Cuando los nazis se dan cuenta desde 1923 que el golpe de estado violento no funciona, se decantan por un golpe de estado institucional y utilizan la herramienta de la democracia para destruirla. Y ahí está Göring. Es nombrado presidente del Reichstag y él para conseguir que finalmente después de varias elecciones el 22 de marzo de 1933 se vote el decreto de habilitación que le retira la capacidad legislativa al Reichstag y se la pasa a Hitler, que dice: «Esto lo votamos cada cuatro años», pero nunca más se votó. Y es muy fácil encontrar las similitudes con lo que está pasando hoy en Estados Unido, en España mismo o muchos otros sitios. Por eso me interesaban tanto las lecciones que puede dar esta época.
–Volviendo a ella, el paso siguiente fue la guerra ¿Qué papel jugó Göring?
–Todo el mundo piensa que él quería la guerra pero no es así. Desde luego creía en Hitler y en la gran Alemania que recuperara su orgullo, eso es así, pelearon por ello y entre el 23 y el 39 es un periodo de lucha para controlar el poder: tenemos los cuchillos largos, los cristales rotos, la anexión de Austria. Hasta ahí para él todo está bien. Lo que ya no ve bien es la invasión de Checoslovaquia y desde luego la de Polonia. Va a luchar ferozmente para que no se llegara a esa situación, pero Hitler está en otra historia. En ese momento Göring sabe que la guerra se va a perder. Puede ser un drogadicto y un bon vivant, pero no pierde de vista lo que está sucediendo. Entonces lo que hace es crearse un mundo paralelo y de lujo, una especie de Xanadú donde mete las manos en boles de diamantes, para relajarse va a París cada dos por tres a saquear el Louvre y las galerías de arte o se va a cazar bisontes cuando comienza la operación Barbarroja. Es un tipo al que le encanta disfrazarse, un bufón en muchos aspectos, pero sangriento. Ese mundo de fantasía que se crea, me interesaba también aparte de la dimensión histórica.
–Con un pie en ese mundo delirante, no renunció a los juegos de poder en torno a Hitler ¿no?
–Hay que entender la estructura del III Reich y en el libro la analizo bien. Es una policracia, varios poderes luchando entre ellos continuamente y una figura teocrática, Hitler, que toma las decisiones últimas y les impulsa a luchar para mantener su posición estable. Esa disputa continúa hasta el final, cuando Bormann intenta que se fusile a Göring. Luego cuando ya mueren todos y solo queda él, se considera el heredero del Reich y hace ese espectáculo en los juicios de Nüremberg.
–¿El último acto del histrión?
–En cuanto le quitan la morfina vuelve el genio del 140 de C.I. y se enfrenta a los abogados soviéticos, británicos, americanos, los ridiculiza. Es como Elvis Presley hasta el final. Pero también es un militar hasta el último momento. Mentalmente es un piloto de la escuadrilla Richthofenn. Napoleón dice que para conocer a un hombre tienes que saber cómo era el mundo cuando él tenía 20 años. Y Hermann Göring a esa edad era un tipo montado en un avión pegando tiros y matando gente. Nunca dejó de ser así en su cabeza.
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