«Una canción de amor puede ser una declaración de principios»
Ismael Serrano presenta el viernes en el Teatro Jovellanos los temas de su último álbum, 'La canción de nuestra vida'
Ismael Serrano (Madrid, 1974) vuelve a Gijón con nuevo disco: 'La canción de nuestra vida', una deliberada apuesta por la cercanía y desnudez de la ... música y las palabras desde su habitual sello comprometido. La cita es el próximo 16 de febrero en el Teatro Jovellanos y aún quedan entradas.
-Como en el tema que acuña el álbum ¿la canción de su vida está por escribir?
-Siempre he estado en conflicto con el paso del tiempo porque conllevaba una renuncia, ahora a los 50 sé que también te regala la oportunidad de vivir cosas extraordinarias. De eso va el disco, de estar abierto a incorporar nuevas estrofas en la canción de nuestra vida.
-Musicalmente parece reivindicar la cercanía del cantautor de voz cómplice y guitarra acústica.
-No tanto a ese cantautor como la esencia que facilita la comunicación en ese tipo de canciones en un contexto donde las producciones son muy sofisticadas básicamente para no decir nada. He hecho discos anteriores más pop y con arreglos más dinámicos, pero me apetecía volver a la esencia. Hay una reinvindicación de que mi sitio está ahí, me define y me siento cómodo donde se pueden decir las cosas de otra manera.
-¿Una forma de rebeldía al dictado del algoritmo?
-Apostar por cierto tipo de música puede ser revolucionario porque el algoritmo penaliza esas propuestas, no solo en producción sino en el relato. El de una canción de autor requiere una atención que no facilitan las plataformas donde la mayoría de las escuchas son de unos segundos. En realidad es reivindicar la pluralidad, porque no me parece mal una música que invite al escapismo y sea superficial, pero reclamo un lugar para la confrontación con la realidad, sentirte interpelado y responsable ante ella.
-Lo hace en 'La fábula de los conejos'. Aparte del cainismo ¿la izquierda ha perdido la calle?
-De repente ha representado la ley y el orden para muchos chavales que quieren darle una patada al tablero porque su horizonte no es muy halagüeño. La izquierda en el poder no ha sido lo bastante ambiciosa para cambiar las cosas. Es una generación que se ve rehén de la precariedad y siente que la política no va con ellos. Han influido las redes donde impera el ruido y los prejuicios asentados, miran la realidad de forma acrítica con lo que el bulo, que la extrema derecha maneja bien, se extiende. Y está la propia realidad: alquileres inasequibles, sueldos que no acompañan, ricos más ricos y pobres más pobres. Entonces dicen: 'Que arda todo', dándole la razón a los pirómanos y pensando que ellos se salvarán del incendio. Hay una batalla cultural que la derecha está ganando en muchos aspectos.
-¿Lo piensa al oír que la libertad es tomarse una aceituna en un concierto?
-Esa es la batalla, los significantes vacíos que cada uno llena del contenido que quiere y se apropia de él, como se ha hecho con la bandera, la patria. También ayudan las redes donde se normaliza el 'zasca', la humillación, el insulto y eso se traslada al parlamento, los medios. Por dejadez o de forma activa todos hemos contribuido. Habría que reflexionar sobre nuestra responsabilidad en ello.
-¿Escribir canciones es su manera de hacerlo?
-Tenemos una responsabilidad como altavoz de ciertos mensajes y no tanto de hacerlo explícitamente político, sino algo tan sencillo como apelar al nosotros, a lo colectivo. Está bien cantarle a nuestros corazones rotos, pero la vida es algo más y todo al final es política. A veces una canción de amor puede ser una declaración de principios.
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