La desmemoria se hace arte en el Barjola
Virginia Rivas inaugura en la capilla un proyecto multidisciplinar que reflexiona en torno al alzhéimer a partir de la enfermedad de su abuela y el nacimiento de su hijo
Es hermoso. Es doloroso. Es íntimo. El proyecto 'Los espacios en blanco' se instala el día 13 de septiembre en el Museo Barjola con el ... ánimo de mostrar de una manera artística qué pasa con la memoria, cuando se pierde y también cuando comienza a funcionar. Es la vida misma el viaje que propone Virginia Rivas, artista afincada en Hervás, en Extremadura, que en la pandemia se quedó embarazada y vio al tiempo cómo su abuela entraba en el estadio 1 de alzhéimer. Así surgió el proyecto. De ambos escenarios vitales. Del dolor y la alegría. De ese niño que empezaba a desarrollar la memoria mientras la abuela la perdía y no sabía quién era su biznieto. «Yo tenía una relación muy íntima con ella», revela Rivas, que comenzó a investigar sobre la memoria, los recuerdos, la fragilidad, la pérdida de los seres queridos y cómo siguen en la memoria. Su hijo tiene tres años y medio y su abuela ya no recuerda nada. No sabrá valorar el hecho de que, bajo el comisariado de Adonay Bermúdez, su nieta lleve su experiencia a la capilla del Barjola.
Es una muestra multidisciplinar en la que la creadora trabaja con pintura, vídeo, cajas de luz e instalación. Es específica para el espacio y se articula en torno a una gran instalación central de madera por la que cuelgan telas pintadas en colores crudo que buscan ser retazos de memoria que se van perdiendo. Es una pieza que va sobre la pared de siete metros de longitud.
Tiene Rivas una paleta propia de colores. Se distingue su obra por esa singularidad. En esta ocasión se sirve del azul Prusia, el rojo veneciano y el verde turquesa, todo ello sobre un fondo gris que busca ser una analogía de la materia gris que va perdiendo los recuerdos.
Otra de las piezas fundamentales de la propuesta es una serie de seis cajas de luz que se ubican bajo el balcón de la capilla. Con los focos apagados, tres de esas cajas mostrarán TAC del cerebro de su abuela y otras tres, las ecografías de la artista en diferentes estados de su embarazo. «Están contando la vida y la muerte, cómo la vida va creciendo y cómo se va perdiendo», señala la creadora, feliz de que su hijo Leo le dé paz a esa mujer que sufre porque no conoce y se siente siempre insegura y amenazada. Esas piezas están en el interior de la capilla, que albergará también otra pieza central pictórica, un lienzo con un mantón de Manila que era de la abuela de Virginia y esta le regaló. Hay también otra pequeña instalación en el interior de la capilla que incluye baldosas de cerámica de la casa de la abuela y una serie de fotografías antiguas, recetas de cocina y su carné de conducir, todo ello anudado con una cuerda.
En la antesala se situará un tríptico de pintura, y antes se podrá observar un vídeo de su abuela hecho en 2019 que recoge conversaciones en las que recuerda quién es ella, y que nunca pintó. Porque la Yeya, como Virginia la llama, no había pintado en su vida y empezó a hacerlo cuando surgió la enfermedad. Otra curiosidad que alienta un relato tan íntimo y tan especial como este para una artista que siempre se utiliza a sí misma como sujeto en su obra. Pero que en esta ocasión el viaje interior es más profundo y presenta incluso un vídeo a cámara lenta de su hijo gateando sobre la cama. Sabe Virginia lo que es contarse a través del arte. En 'Nada grave', un proyecto de 2012, analizaba las fobias sociales y lo hacía también a partir de sus propios problemas de ansiedad y ataques de pánico.
«Sin pretensión alguna –hecho que lo dota de mayor valor– Virginia Rivas le ha puesto un altavoz a una enfermedad que habitualmente se recluye al ámbito familiar y difícilmente se exterioriza, como si llevase consigo un estigma del que nadie quiere hablar ni saber», escribe Adonay Berdúmez sobre este trabajo que –sostiene– obliga al espectador a enfrentarse a una realidad incómoda.
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