'La Dolores' entusiasma de la jota a la copla
La ópera de Bretón se representó en el Campoamor en una versión muy aplaudida protagonizada por Mónica Conesa
RAMÓN AVELLO
OVIEDO.
Viernes, 28 de abril 2023, 02:13
La ópera española fue la pasión musical de Tomás Bretón, el compositor del que se conmemora este año el centenario de su fallecimiento. 'La ... Dolores', con libreto del propio compositor basado en el drama homónimo de José Feliú y Codina, es una de las pocas y grandes óperas españolas. Bretón concibió la obra como un continuum musical en el que, bajo la impronta de danza y canción popular, confluyen procedimientos de la ópera internacional de finales del siglo XIX, desde el verismo a las influencias wagnerianas.
Ayer, dentro de la 30 Temporada de Zarzuela de Oviedo, se representó en el Campoamor esta nueva producción del madrileño Teatro de la Zarzuela de la ópera de Bretón. Una ópera que, en el transcurso musical, posee un punto culminante, la jota y la copla con la que se cierra el primer acto, y que tal vez llega demasiado pronto. Bretón, que era también hombre de teatro, en mi opinión se precipitó, porque la brillantez y la pasión de 'Aragón la más hermosa' y el drama difamatorio de 'Si vas a Calatayud' hace que el segundo acto, que también es soberbio, quede algo nublado.
De hecho, ante los aplausos, se bisó la última copla de la jota, que comienza «Grande como el mismo sol».
Amelia Ochandiano es una directora de escena de la que ya hemos visto en el Campoamor zarzuelas como 'La del soto del parral' y 'La Revoltosa'. Su concepción de 'La Dolores' ha ahondado con cierta severidad en el fondo dramático de la obra. La escena prescinde de cualquier tipo de pintoresquismo, salvo la continua aparición de gigantes y cabezudos. Con eso, probablemente Ochandiano trata de hacer un drama universal. Un gran acierto es el movimiento continuo de masas en la obra (coros, niños y otros personajes que se mueven en el escenario, dando la sensación de una especie de barullo ordenado).
Bretón fue un orquestador soberbio, y esto se refleja en una partitura de vuelos sinfónicos, con algunos aspectos casi wagnerianos como el dúo del tercer acto entre Dolores y Lázaro, en el que la orquesta complementa las líneas vocales. Óliver Díaz dirige a Oviedo Filarmonía con tensión dramática.
La Capilla Polifónica de Oviedo es coprotagonista de numerosas escenas, entre ellas la de la jota y la copla al final del primer acto.
Excelente coreografía la de Miguel Ángel Berna al frente de un nutrido cuerpo de baile. Triunfaron absolutamente en la jota.
Entre los protagonistas, destacamos en primer lugar a Mónica Conesa, la soprano americana de ascendencia cubana y española, que debutó como Dolores.
Posee una voz de soprano muy peculiar, ya que, sobre todo en el tercer acto, mostró un registro muy potente, wagneriano, su timbre es el de una muchacha adolescente y, por otra parte, tiene agudos potentes y bien colocados. Fue muy aplaudida.
El papel de Lázaro, el joven seminarista enamorado de Dolores, es de esos roles que va de menos a más. Jorge de León va enriqueciendo su papel, vocal y dramáticamente, a partir del segundo acto, y lo corona en el tercer acto. Su dúo con Dolores fue memorable por su intensidad dramática y su voz, muy timbrada y potente en los agudos.
Ángel Ódena interpreta a Melchor, el personaje turbio y difamador, con veracidad y apropiada brusquedad.
De los otros protagonistas, fue aplaudido David Ménendez, como el sargento Rojas, un personaje con los rasgos de 'gracioso' de zarzuela. La asturiana María Heres, en el papel de la tía Gaspara, muy segura y correcta. Y, entre los otros cantantes, destacamos a Juan Noval-Moro, como jotero y cantador de coplas, y el tenor Juan de Dios Mateos como Celemín. Todos hicieron una gran representación que entusiasmó al público.
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