Exaltación lírica ligada al mundo vasco
Una aplaudida representación costumbrista y poética de 'El caserío' cierra en el Campoamor la 30 Temporada de Zarzuela de Oviedo
Viernes, 23 de junio 2023, 01:32
'Pan y toros', 'La Dolores', 'Entre Sevilla y Triana' y, ayer, 'El caserío' son los hitos de la 30 Temporada de Zarzuela de Oviedo, ... que se puede calificar como redonda. De cada zarzuela u ópera, en el caso de Bretón, se han dado dos funciones. Sin duda, en Asturias, hay público y afición para una tercera función. Especialmente, cuando se da la circunstancia de una temporada tan compacta, tan firme como la que cierra esta semana 'El caserío', de Guridi.
Esta coproducción de los teatros Arriaga y Campoamor se había representado en Oviedo en el año 2022. Si la memoria no inventa, se ha mejorado notablemente la coreografía, con la introducción radicalmente folclórica de la propuesta de Eduardo Muruamendiaraz al frente de la Aukeran Dantza Konpainia, en todas sus intervenciones muy aplaudida por el público.
Sobre el trasfondo de costumbres, aires y ritmos vascos, Jesús Guridi construye sobre el libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw lo que el compositor denominó «una ópera con diálogos».
Diálogos, por cierto, ligeramente podados en aras de una acción más rápida y efectiva en la representación que vimos ayer en el Campoamor. Precisamente, uno de los méritos de Pablo Viar, el director de escena, es buscar y conseguir esa continuidad y unidad dramática, esquivando vericuetos secundarios, salvo los relacionados con la pareja cómica Txomin e Inosensia.
Viar va al grano. Es decir, a la historia central protagonizada por Santi, el mayorazgo del caserío de Sasibil y sus sobrinos.
La acción del segundo acto se traslada de la plaza mayor del pueblo de Arrigorri, la localidad imaginaria de la que Santi es alcalde, a un frontón de pelota, lo que refuerza la identidad vasca en el juego de los pelotaris e introduce con naturalidad danzas vasco hispanas como el 'Arín, arín', seguida del fandango, y norteñas con la vistosidad de la 'Danza de las espadas'.
La dirección escénica de Viar se refuerza con una escenografía que frecuentemente nos evoca la pintura de Valentín Zubiaurre o Zuloaga elaborada por Daniel Bianco, escenógrafo y pintor de talento sincrético y director durante los últimos ocho años del Teatro de la Zarzuela.
Los tres actos se interpretan con continuidad, sin descanso, lo que da una idea de cohesión y, al suprimir diálogos, de intención netamente operística.
Jesús Guridi fue un compositor de una rigurosa formación musical en vertientes tan diferentes como el órgano, la música coral y la música sinfónica. Todo ello se proyecta en la partitura de 'El caserío', para Lucas Macías, director titular de Oviedo Filarmonía, un descubrimiento, y para nosotros, una agradable sorpresa por la forma en la que llevó la obra.
Una dirección muy intensa, con la orquesta matizando y subrayando las líneas vocales de los cantantes, muy buena afinación y un ritmo y color esencialmente populares. Oviedo Filarmonía respondió con precisión a una concepción de gran relieve de Macías.
El coro simboliza al pueblo de Arrigorri. 'Voz del coro, voz de Dios', y la Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo, que con tanto pulso como rigor lleva José Manuel San Emeterio, realizó intervenciones divinas.
En muchos aspectos, como la colocación en el frontón, que recuerda a las colocaciones del teatro griego, el coro asume una función que simboliza el pueblo. Emisión compacta y una actuación en la que destacamos la marcha procesional y el popular 'Pello Joshep', cantado con sonoridad orfeonística.
Miren Urbieta-Vega impregnó el papel de Ana Mari, la sobrina de Santi, de una especial calidez expresiva y calidad vocal. Fue una Ana Mari soberbia, grandiosa, emotiva, con una voz delicada pero potente, caudalosa pero con sutilísimos 'filados', que coronaban la frase como un murmullo. Ese sentido de jugar con los pianísimos, en contraste con dinámicas potentes y con un timbre bellísimo, fue una de las virtudes que nos hechizaron de Miren Urbieta-Vega.
Excelente también estuvo el tenor Antonio Gandía como José Miguel. Su técnica respiratoria le permite redondear el fraseo con naturalidad.
El personaje de Santi, el amo de Sasibil, interpretado por el barítono Damián del Castillo, fue un poco irregular, especialmente en el registro grave, algo forzado.
La pareja formada por el tenor Carlos Cosías, como Txomin, el criado del caserío, y la gijonesa Serena Pérez, como Inosencia, estuvo francamente simpática en una ópera que sintetiza el lirismo con cierta comicidad.
La obra de Guridi convirtió el Teatro Campoamor en un retazo de poesía y color local vasco. Merecidamente aplaudida por el público asturiano.
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