Héctor Jácome: «Quise un cruce de miradas entre iguales»
El creador lenense expone en la sala Dos Ajolotes 'Non human apes', su personal acercamiento a nuestros semejantes los primates
A Héctor Jácome (Pola de Lena, 1974) no le hace demasiada gracia hablar de su trabajo en primera persona y no le falta razón: sus ... fotografías se defienden solas, interpelan al espectador con una elocuencia que conecta directamente la mirada con la mente y con las entrañas, con la piel. Pero sus palabras expresan con claridad y acierto las líneas maestras de la manera de entender su oficio. Defiende que «lo visible es un material inestable», que «la fotografía no habla de lo real, como mucho puede aspirar a ser verosímil», que en su caso «inmediatez y fotografía están reñidas» y que «un fotógrafo es bueno trabajando en la manzana de su entorno». Del más cercano que compartimos como especie, hasta el punto de que también pertenecemos a él, trata la exposición que cuelga en la sala Dos Ajolotes: 'Non human apes'.
Píldoras
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Bases. Cursó estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña y los interrumpió para dedicarse a la fotografía. Compagina sus proyectos creativos con la docencia en cursos y talleres.
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Obra. Sus fotografías están presentes en diversas colecciones públicas y privadas, especialmente, fuera de España. Es autor del libro 'Pequeñas notas para una canción de invierno' (Materia Editorial, 2019).
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Muestras. Entre sus exposiciones más recientes figuran 'La plenitud del vacío' (2019) junto a Juan Ariño en la Fundación Evaristo Valle y la colectiva 'El gran libro del mundo' (2021) del Museo Barjola.
Concebida como una serie de retratos, sus protagonistas son chimpacés rescatados por el Centro de Recuperación de Primates de la Fundación Mona en la provincia de Girona, con la que Jácome colabora hace años y donde surgió este proyecto aún abierto. «Los animales que acogen allí vienen de decomisos, propietarios ilegales, circos, zoos, es como un manicomio, la mayoría están machacados física y mentalmente», explica el fotógrafo. Su lenguaje creativo le pareció un buen medio para visibilizar esa realidad. Desde el principio tuvo claras sus premisas: serían «retratos, un cruce de miradas entre iguales, desde la proximidad, sin teleobjetivos, ni flash, respeto a la dignidad de esos primos hermanos. Son ellos los que tienen que validar que tu estés en una zona cercana», desvela, y su máxima pretensión: «Que los chimpacés me aceptasen en esa zona para poder trabajar, porque, si no quieren ellos, no les puedes hacer ni una foto. Son conscientes de que los estás retratando, muchos vienen del mundo del espectáculo». En ese intercambio de miradas, «cuesta sostener la suya, mirarles directamente a los ojos. No te explicas cómo una sociedad puede tratar así a animales con un 99% de su ADN como el nuestro». El trabajo fue lento («es mi forma de trabajar») y complejo. «Sobre todo, las condiciones de luz por la propia morfología de los animales, sin uso de flash ni otros elementos».
El resultado se muestra en esta exposición que reúne algunas de las primeras imágenes tomadas por Jácome en la Fundación. «No me impulsó un motivo animalista, tampoco soy primatólogo, es un proyecto fotográfico y, como tal, con la mirada más amplia posible, sin cerrar las imágenes, de tal manera que haya lugar a la interpretación. Y si además sirve para visibilizar la historia de estos chimpacés, mejor». Desde que comenzó el proyecto, su autor confiesa que ha tenido que «renunciar a muchas fotografías, porque lo que quieres es el bienestar de los animales y, si los ves en una conducta asociativa, por ejemplo, que son raras entre ellos, la cámara se queda en el suelo y yo me voy aunque tenga la luz óptima. En ese sentido, creo que uno es tan bueno por las fotos que hace como por las que deja de hacer».
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