La juvenil plenitud de Marina Monzó y Marko Mimica conquistan Oviedo
La soprano valenciana y el bajo barítono croata, con Oviedo Filarmonía bajo la dirección de Valentín Egel, protagonizaron la gala lírica del Campoamor
Lo malo de las galas líricas es que todo pasa demasiado rápido. Los cantantes mueren, renacen, se enamoran y desenamoran muchas veces en poco más ... de hora y media. Lo bueno, es que en la gala lírica la música, y especialmente la voz, se erige como dueña y señora del espectáculo. Ayer, dentro de la Temporada Lírica Ciudad de Oviedo, asistimos en el Campoamor a una interesante gala lírica con arias, romanzas, dúos y preludios de ópera y zarzuela, protagonizada por las voces de la soprano valenciana Marina Monzó, y el barítono bajo croata Marko Mimica. Jóvenes cantantes de los que se puede decir que cuando llegó el siglo XXI, aún utilizaban pañales. También debutaba en Oviedo Valentín Egel, al frente de Oviedo Filarmonía, una orquesta imprescindible para la actividad lírica en Asturias.
Valentín Egel es un director alemán con un buen currículo, tanto en el campo de la lírica como de la música sinfónica y de cámara. Valentín es joven, rubio, y, cosa curiosa, esta semana, además de ensayar exhaustivamente la gala, le hemos visto en los conciertos del Auditorio, como si quisiese impregnarse de 'carbayoneidad'. Valentín es un director muy vital, claro en los gestos, que se hizo tanto con el público como con la orquesta. Lo que más sorprendió fue la capacidad para entresacar el ritmo interno de la zarzuela, especialmente en el intermedio de 'Las bodas de Luis Alonso' de Gerónimo Giménez y el preludio de 'El bateo' de Chueca, llevado con cierta chulería y seguridad muy española. También a los cantantes los arropó con claridad y precisión, y todo ello con una orquesta especialmente inspirada anoche. Pocas veces sonó Oviedo Filarmonía tan bien en una gala lírica.
Marina Monzó, premio Talía a la mejor interpretación lírica por su papel en Marina, en el Teatro de la Zarzuela, posee una voz clara de soprano lírico ligera. Posee agudos vibrantes –y salvo en 'Jugar con fuego', siempre perfectamente afinados–, un color vocal bellísimo y mucha agilidad. La 'Canción del ruiseñor' de Vives y 'Rayo de luz encantadora' de Arrieta, con unos diálogos muy floridos con la flauta, fueron especialmente aplaudidos.
Nacido en Croacia, Marko Mimica es un bajo barítono de voz contundente. Sorprendió de él la vocalización, con un castellano excelente, además de un italiano, sobre todo en 'Las bodas de Fígaro', muy claro. Su voz tiene una tesitura amplia muy solvente en los graves y una gran capacidad de visión, lo que le permite frasear con comodidad; especialemente afortunada fue su versión de 'La canción de Manacor' de 'El niño judío de luna'. Marko es un cantante muy seguro y con una imponente capacidad sonora, volumen muy bueno, pero hábilmente controlado y moderado.
El programa combinaba fragmentos de ópera con piezas de zarzuela. Lo más significativo fue esa introducción muy seguida de los tres números de 'Las bodas de Fígaro' de Mozart y las obras que ya hemos citado anteriormente.
El público aplaudió y emitió muchos 'bravos', con lo que los cantantes quisieron cerrar el recital con una conocida propina: la habanera de 'Don Gil de Alcalá', de Penella. Con mucha gracia, Marina Monzó invitó al público a hacer los coros («canta y no llores, corazón...»). No salió mal y sobre todo hizo que dejásemos el teatro con un sentimiento de alegría y felicidad.
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