Grass, en Asturias: «La literatura vive de las crisis, entre los escombros y su función es profanar cadáveres»
El escritor alemán recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1999 y actuó como portavoz de los galardonados en un ovacionado discurso en el Teatro Campoamor
elcomercio.ES
Lunes, 13 de abril 2015, 11:54
Günter Grass estuvo en Asturias en 1999. Llegó como Premio Príncipe de las Letras, el primero en lengua no hispana, y recién reconocido con el Nobel de Literatura. De hecho aseguró que la señal para la concesión del galardón de la Academia Sueca partió del Principado. Aquel viernes, en el Teatro Campoamor ante un millar de personas, ejerció como portavoz de los premiados, entre ellos su compatriota, la tenista Steffi Graff, el arquitecto Santiago Calatrava o el astronauta John Glenn.
Las relaciones entre la historia y la literatura fueron el eje de su discurso, unas palabras llenas de profundidad y en la que reclamó la necesidad de recordar los horrores sucedidos para no repetirlos. "Los testimonios presenciales de la literatura tienen raíces más profundas. Dan la palabra a los perdedores: a todos aquellos que no hacen la historia, pero a los que inevitablemente la historia les ocurre, porque su dictado los convierte en culpables o víctimas, simpatizantes o perseguidos", señaló en su parlamento, en el que también abordó el papel de la literatura para "dejar al descubierto el reverso de la historia".
El discurso del autor de 'El tambor de hojalata' estuvo plagado de referencias a artistas españoles o que vivieron en aquí, desde Cervantes a Max Aub pasando por Picasso o George Orwell y su 'Homenaje a Cataluña, que le permitió abordar aspectos de la Guerra Civil y de la caída de la República, de la que afirmó "es difícil encontrar otro acontecimiento de este siglo que haya sido reflejado por tantas voces en el espejo de la literatura".
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"La literatura vive de las crisis, florece entre los escombros y su función es profanar cadáveres", afirmó en el abarrotado coliseo ovetense. Grass, que reivindicó el libro como un objeto subversivo, calificó su profesión, la de escritor, como un oficio pasado de moda y más en su caso, ya que seguía escribiendo a mano o mecanografiando en una vieja máquina. "Soy un ignorante confeso", reconoció sobre el avance de las nuevas tecnologías, "ese progreso que quiere meterme prisa no me dice nada".
En sus palabras de amor para a la literatura, concluyó con una sentida frase, "y si un día próximo o lejano la especie humana...se aniquilara a sí misma, esto seguro... de que será el libro quien tenga la última palabra; aunque solo sea en forma de octavilla".