Un arquero inglés en la Segunda Guerra Mundial

Dos toneladas de munición por minuto, un millón de cigarrillos al día, cuatro mil reses de vacuno cada jornada o cuatro millones de litros de gasolina en 24 horas. Son solo algunas de las cifras que movieron los ejércitos aliados que participaron en la invasión de Normandía en la Segunda Guerra Mundial. Unos números colosales que ejemplifican el gran esfuerzo de logística que los aliados tuvieron que realizar para poder vencer a los ejércitos del Eje en Europa. Pero semejante maquinaria también tenía sus agujeros. Uno de ellos del tamaño de un tren, literalmente.

Un convoy entero, con vagones repletos de comida, tabaco y otros enseres que necesitaban los soldados estadounidenses desapareció. Se esfumó. Locomotora y todo. "Hubo juicios, investigaciones y se hicieron reconocimientos aéreos para buscar el tren. No se encontró nada", comenta Jesús Hernández. El periodista e historiador (Barcelona, 1966) ha recopilado durante los últimos siete años las pequeñas historias que en el trazo grueso de las grandes operaciones en los teatros europeos y asiáticos para publicar 'Pequeñas grandes historias de la Segunda Guerra Mundial' (Temas de Hoy). "No paran de publicarse novedades, pero aún así hay muchos aspectos desconocidos", comenta el autor.

Tanto los aliados como los países del Eje, sobre todo los yanquis y los alemanes, pusieron mucho empeño en que la moral de la tropa estuviera lo más alta posible. Así, ya en la Primera Guerra Mundial, los cuartes generales se afanaron en que los soldados recibieran en sus trincheras las cartas de sus seres queridos. En el segundo conflicto global, este empeño por fortalecer los lazos con el hogar se incentivaron. Sobre todo los estadounidenses, que querían que sus soldados se sintieran como en casa. "Así se gastaron más presupuesto en cigarrillos que en munición y se empeñaron en que nunca faltase el papel higiénico. A veces no lo lograban, como que tuvieran acceso a una Coca-Cola", añade Hernández. Algunos barcos de la Marina americana incluso llevaban máquinas de helado.

Los alemanes, en un principio, también quisieron llevar las comodidades hasta el frente. Así, algunas unidades tenían un cocinero con un horno portátil para hacer pan cada día. "Cuando más avanzó la guerra, más complicado era mantener estas iniciativas en el lado alemán", añade el autor, que también se mostró sorprendido de la capacidad que tuvo Estados Unidos en involucrar a todos los sector. "Si había que hacer una autopista o un oleoducto, no había ningún problema y se fabricaban enseguida. Se batieron todos los récords. La logística que había que tener era increíble", apunta.

Un conflicto que también ofrece personajes curiosos como John Malcolm Churchill, un británico nacido en Hong Kong que luchó tanto en Europa como en Asia armado con un arco, un carcaj lleno de flechas y una espada convirtiéndose en el último soldado conocido en usar dichas armas; o Simo Häyhä, un francotirador finlandés que terminó con la vida de 540 soviéticos sin usar mira telescópica y que estaba encantado de 'trabajar' a -20 grados; o Hiroo Onoda, el japonés que se rindió en 1974.

Pero también deja misterios, como las muertes de Leslie Howard y Glen Miller, o detalles de personajes a los que la historia siempre ha tratado bien. "Winston Churchill permitió una hambruna en el golfo de Bengala en la que murieron millones de personas. Además, planteó la posibilidad de ser los primeros en usar gas contra los alemanes", comenta Hernández. A los americanos, les dio un soponcio cuando se enteraron de la propuesta del primer ministro británico.