El arqueólogo detrás de la máscara
Hoja de Lata publica la novela con la que el joven autor palestino Basim Khandaqji ganó escribiendo desde la cárcel el máximo galardon de las letras árabes
La literatura de cárcel resulta estremecedora porque uno se imagina las condiciones bajo las que están concebidas esas obras. Sin ir más lejos, el autor ... de esta novela la ha escrito clandestinamente en una cárcel israelí donde está condenado a cadena perpetua por la justicia hebrea, siempre de tan dudoso proceder. No resulta fácil leerla sin tener en cuenta el contexto y las terribles circunstancias. ¿Funcionaría igual si el autor fuese un chico blanco de una ciudad de la Europa occidental?
Vaya si funciona.
El argumento es una idea fabulosa que, además, tiene puntos en común con la realidad del autor. Es la historia de Nur, un chico que vive en un campo de refugiados –de los pocos que aún no han sido acribillados– y su sueño es ser arqueólogo. Un buen día, compra un abrigo de segunda mano y se encuentra con un documento de identidad israelí (la famosa tarjeta azul), la falsifica y, de esa manera, se puede mover libremente bajo una nueva identidad: la identidad del opresor. También le ayudan a la transformación sus rasgos físicos, así como toda la parafernalia judía de la que se rodea.
La historia es sobrecogedora. No sólo es la trama, sino que se muestra el terrible día a día de la vida de un palestino, que pude comprobar de primera mano en una visita a Jerusalén a mediados de los 90, cuando realizaba excavaciones arqueológicas en Jordania con el profesor Luis Tresguerres. Hiela la sangre.
Todo esto tendría valor documental, pero no literario sino estuviera escrito de maravilla.
La historia sigue cuando Nur, gracias a su nueva identidad, logra participar en unas excavaciones arqueológicas en Israel en plena convivencia con personas de otros países. Su obsesión es María Magdalena y la búsqueda de cualquier rastro documental sobre ella y logra que este personaje nos parezca una persona de carne y hueso del siglo XXI. Su exhaustivo conocimiento de los evangelios gnósticos también nos adentra en una manera diferente de ver las sagradas escrituras. Al mismo tiempo nos habla de las técnicas para escribir una gran novela que pueda funcionar en el mercado. Su manera de abrazarse a los estudios como única (literalmente) forma de salvación.
La gran parte de la novela es no sólo el temor a ser descubierto bajo su identidad judía, que precisamente es la que le da su ansiada libertad, sino la contradicción que le supone esa doble vida. Por ejemplo, cuando una mujer (judía) se siente atraída por él, Nur describe con incredulidad lo absurdo de la situación, del poder de su máscara y de sí hacer uso de ella o no.
Lo mejor del libro es el tono que emplea, las metáforas, las comparaciones y cómo engarza unos temas con otros. Un poco por su manera de escribir y otro poco por los efectos de la traducción, no me recuerda a nadie. Por momentos, su literatura tiene ecos de jarcha popular y lanza al aire preguntas que jamás le suenan pretenciosas: «¿No me dijiste que habitas en el cementerio de los vivos?». Es un estilo ciertamente particular que ayuda a meterse en su mundo. El libro está muy vivo y le ayuda la combinación de la prosodia de la novela, llena de diálogos entre sus dos personajes (el real y el artificial) con las notas de voz, que tienen un fraseo –lógicamente– distinto.
Entre puntos de control, lecturas sobre Maria Magdalena, cerámica del periodo bizantino, deseo, amigos encarcelados y una máscara que le oprime interiormente, pero que le da la libertad física nos pasa volando esta gran novela a la que, por cierto, ayudan mucho las notas a pie de página. Una novela sorpresa que nos abre los ojos a una vida tan alejada de la nuestra, que resulta difícil creer que esté tan cerca. Por cierto, el libro ganó en 2024 el premio más importante de las letras árabes, el International Prize of Arabian Fiction.
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