Luis Ribot, catedrático de Historia Moderna
Luis Ribot: «La mala novela histórica es la que altera la realidad y destruye la historia»El historiador publica 'Carlos II. El final de la España de los Austrias', un libro sobre la figura de este rey a la que se aproxima «sin pasar a una leyenda rosa»
Catedrático de Historia Moderna desde 1987, Luis Antonio Ribot García (Valladolid, 1951) ha sido profesor de la Universidad de Valladolid y también de la UNED. ... Fue Premio Nacional de Historia en el año 2003 y desde 2009 es también miembro de número de la Real Academia de la Historia. Vinculado a Gijón desde hace más de 50 años, pasa largas temporadas en esta ciudad que ha visto nacer su último libro, 'Carlos II. El final de la España de los Austrias (1665-1700)', que llegó a las librerías la pasada semana.
–¿Por qué decidió divulgar sobre la figura de Carlos II?
–En mi trabajo me he especializado en la época de los Austrias en general, pero quizá el período en el que más me he centrado ha sido la época de Carlos II. Su reinado, hasta hace unos años, se conocía muy poco, porque como era un momento de decadencia –y se ha exagerado mucho ese concepto–, se pasaba un poco por encima de él. Hoy es uno de los períodos más estudiados precisamente, quizá, porque había muchos huecos. Yo ahora he intentado acercarme a la realidad, pero sin pasar de la leyenda negra a una leyenda rosa, intentando encontrar el punto medio.
–¿Por qué hay personajes históricos que nos llegan tan sesgados?
–En general, al conjunto de la sociedad no especializada le llegan visiones muy genéricas que tienen una tendencia muy fuerte a la polémica. Un personaje es bueno o es malo, los matices desaparecen; para la gente Carlos II es simplemente 'El hechizado'. Uno de los trabajos más complicados que tenemos los historiadores es llegar a un gran público que está poseído por estas visiones generales enormemente polarizadas y que se alejan de la realidad.
–Como experto en esa época, ¿ve algún reflejo de aquello en la España de hoy?
–Las cuestiones que perviven en la historia son muchas. De esta época, por ejemplo, sucede que en la transición de los Austrias a los Borbones la Corona de Aragón apoya a Carlos y Castilla apoya a Felipe V, y de esa posición y del castigo posterior a Cataluña, a Aragón y a Valencia han quedado algunas huellas. Y hay que tener en cuenta que en la historia, además de los cambios, existen las pervivencias; es decir, que la gente, las mentalidades, la religiosidad, las formas de trabajo, etc., son las mismas en tiempos de Carlos II y de Felipe II, de los Reyes Católicos e incluso hasta mediados del siglo XX. La época de Carlos II no es distinta de la anterior ni de la posterior, y todo eso ha llegado hasta nosotros.
–¿Y encuentra alguna lección en aquel pasado aplicable al presente?
–Es difícil. La historia, en realidad, no se repite; pero sí que hay comportamientos que llevan a entender algunas cosas que pasan. Una lección importante es que la política debe de hacer el intento de arreglar las cosas que están mal. Y ahora también sabemos que las tensiones y los enfrentamientos entre territorios no suelen acabar bien.
–¿Cree que la divulgación histórica es ahora más importante que nunca?
–Sí, porque la gente tiende a lo fácil. Se lee más novela histórica que historia, y no tienen nada que ver. La novela histórica, que en ocasiones es de gran calidad, no habla de la realidad, habla de algo creado a partir de una realidad. Y esto lo hace la buena; la mala altera la realidad, se inventa personajes y actividades que no fueron reales. Destruye la historia. La buena, la que respeta la realidad de lo que ocurrió, crea un acercamiento que es mejor que nada, pero no es el más real. Si yo escribo una cosa hablando de los vicios de Carlos II, pues probablemente vendería más que si escribo una cosa con rigor. Pero los historiadores estamos para contar la realidad.
–¿La novela histórica ha hecho daño a la disciplina?
–No, pero atrae más que la historia. La persona que lee estas novelas tiene interés por la historia, y eso ya es un primer paso. Pero, en muchos casos, no tiene capacidad para discernir la buena de la mala. A mí me parece muy bien que se lean, y es un hecho que se van a seguir leyendo mucho más, pero creo que lo que yo tengo que estimular es el interés por la historia, que es otra cosa.
–¿Y cómo se puede hacer que la gente más joven se interese por ella?
–La gente joven y la gente, en general, tiene bastante interés por el tema. Yo soy miembro de la Real Academia de la Historia, que hace años publicó en la red el diccionario biográfico español, que tiene más de 50.000 entradas de personajes y que recibe millones de visitas procedentes de 180 países del mundo. Eso muestra un claro interés por la historia. En la Academia también se organizan cosas para la gente joven y para los colegios, que siempre acuden. Pero es una pena que en los planes de estudio cada vez se le esté dando dado menos importancia. Es una desgracia inconcebible, y más en una época en que tendría que ser lo contrario.
–¿Cuánto hay de Gijón en la escritura de este libro?
–La verdad es que yo vengo aquí todo el tiempo que puedo. Aquí tengo mi despacho y mi trabajo, y lo puedo hacer igual que en mi casa, así que hay capítulos enteros que se han escrito aquí. Una parte de este libro es gijonés, como yo también lo soy en parte.
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