Agustín Alonso Biscayar: «La vida consiste en construir futuros recuerdos»
El escritor presentó en Gesto su último poemario, 'Habitar las huellas', en el que emprende un viaje hacia su propia infancia
Atento siempre a cualquier chispazo, a una emoción, anota Agustín Alonso Biscayar ideas y vuelve a ellas para pulirlas, darles forma y convertir un sentimiento ... personal en algo universal que a todos apele. Porque el amor, el recuerdo, la nostalgia son definición precisa de la humanidad. Y eso es la poesía. Agustín Alonso Biscayar presentó en la Sociedad Cultural Gesto 'Habitar las huellas', con la que ganó el primer premio del XVI Certamen de Poesía Ciudad de Bailén, una obra en la que abandona el amor como temática y se adentra en la infancia, mira atrás no con ánimo de sentir dolor, sino de hallar el placer auténtico en la memoria.
«Quería recordar esos momentos, esas cosas que te marcan el resto de la vida», introduce el poeta, que ha querido así recuperar imágenes del pasado, definir la nostalgia como eso que nace «cuando algo que disfrutaste no lo tienes», pero quizá cabe recuperarlo a través de esa mirada atrás, esa vivencia que él convierte en hermosas palabras. Es posible esa revisita feliz y sin dolor, pero, para ello, «uno tiene que estar muy convencido de qué es la vida, y la vida consiste en construir futuros recuerdos partiendo de esos momentos que te acompañan».
Él se ha releído así mismo y su infancia atento no tanto a la memoria como a los «chispazos» que esta depara, a las emociones que van naciendo, para saber plasmarlas en forma de poema, para ir –parafraseando el título de su libro– haciendo nuevas huellas. Es un viaje íntimo, pero no tanto como el de hablar de amor, «más expansivo, más peligroso». Es, en todo caso, como lo es la poesía en general, una forma de terapia. «El inicio de un poema es reconocer un momento, una sensación, recordarlo y plasmarlo con las letras, uniendo palabras para hacer sentir a otro lo que tú sentiste, es un ejercicio complicado, pero cuando lo consigues te aporta tranquilidad y convencimiento», sostiene el escritor nacido en Avilés y afincado en Villaviciosa. El paso del tiempo da armas para hacerlo de una manera más natural, pero el arranque es siempre el mismo: un primer verso: «Ese es el problema», dice.
Mira atrás a su trabajo y advierte el paso del tiempo y quizá quisiera cambiar algo de lo ya impreso, aunque evidentemente no lo hace, porque todo tuvo su razón y su aquel cuando ocurrió y ahora las cosas son como son.
Le acompañan los premios en su carrera literaria y eso significa aumentar el nivel de exigencia y seguir en esa rutina diferente a la narrativa que exige escribir poesía. «Soy un poco oficinista de la poesía, no me marco exigencias, dejo que fluyan los días, los momentos y en cualquier momento que entienda que me resuelve una duda o un chispazo de emoción, anotarlo». Luego tocará recuperar, adornar, pulir, dar forma.
Con este libro aún fresco, en breve presentará otro también premiado, 'Argumentos del deseo', en el que retorna a la temática del amor. Pero no se detiene ahí su producción, siempre pendiente de acudir a concursos literarios. Hay otras dos obras en ciernes. No para de escribir un hombre que –confiesa– ya no es capaz de leer poesía como lo hace quien no ha hilado palabras en una hoja en blanco. «Un poeta debería ser un muy buen lector de poesía, pero a veces no lo es, porque a medida que vas leyendo parece que quieres dirigir, terminar los poemas como tú quisieras, es difícil prescindir de esa vocación de escritura para la lectura».
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