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La exposición 'Rodrigo Cuevas. La gracia de la agitación folklórica' se despedía ayer de Laboral Centro de Arte con una jornada de clausura, no ... tan desbordadamemente numerosa como su inauguración en mayo del pasado año, pero con la suficiente animación de seguidores del artista asturiano más universal e irreverente. El propio músico no pudo asistir al pieslle de la muestra, comisariada por Llorián García y Ricardo Villoria, por encontrarse en Madrid en promoción de su concierto en el Wizink Center el próximo sábado, con todo el papel vendido. Pero su figura icónica y su presencia virtual acompañaron en todo momento al público que se sumó al evento.
El etnomusicólogo Llorián García condujo la última visita guiada y ya desde el vestíbulo, en el acceso a la sala donde se ofrecía la posibilidad de investirse con los complementos del agitador folklórico: madreñes, boas de plumas y pelucones, subrayó uno de los avisos que guían al espectador desde el suelo, los versos de la jota que el de Vegarrionda canta con su amiga Rozalén: «¿Para qué venís al baile/si no venís a bailar?/Venís a mirar mirones/para tener que contar». Y es que la participación de la gente es clave en el juego propuesto por la muestra, cuyo último objetivo es reivindicar la capacidad para ser célebre, en el doble sentido que lo es el artista: famoso y estelar como una 'celebrity', y en su significado asturiano: ocurrente, imprevisible y memorable, un verdadero catalizador y reinventor de los saberes populares.
Esta dualidad, como también la que Cuevas representa de nexo entre la tradición y la modernidad, articulan el discurso de la exposición, desde el vestuario del artista que se exhibe, con el corsé diseñado por Villoria con elementos populares como el 'ringo-rango' al dengue del siglo XIX que le regaló una señora de Lliberdón (Colunga) y que el músico usó en sus espectáculos. Populares y contemporános son también los cebatos de ablanu creados expresamente para la muestra o el carru de las burras de Rodrigo robado para exponer, siguiendo la costumbre piloñeta de la noche de San Juan. El Rodrigo más célebre aguardaba a los visitantes en la pantalla interactiva, para responderles. «Los 'haters' con su odio a los pequeños detalles engrandecen al artista», declaraba o que Lola Flores era «una cumbre de la cultura popular, radicalmente doméstica y por ello sublime».
Y siguiendo al pie de la letra la copla de Cuevas y Rozalén, tras la visita, hubo un taller de baile tradi-queer donde aprender los pasos de piezas a lo suelto o lo agarrao con toda la pluma y la libertad que el cuerpo pidiese. La jornada se cerró con un coloquio en el que participaron Soledad García, de la Sociedad Asturiana de Filosofía, la antropóloga Cristina Cantero y Andrea Menéndez y Sofía Nevado, de FiloPueblos. En ella un balance de lo adquirido en esta muestra de exitosa acogida. Lo resumía Llorián García: «Si se generan las condiciones adecuadas la gente común descubre que está rodeada del poder inventivo de lo célebre».
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