Julieta arrebatadora
La emoción de la noche estuvo en las voces: Ismael Jordi bordó en el último acto su papel de Romeo y el broche de oro lo puso su coprotagonista, interpretada por Génesis Moreno
La ópera no son voces que cantan, sino un drama en el que la música, y singularmente el canto, ocupan un papel central. Cuando ... drama y música van de la mano, en la sensibilidad del espectador se provoca algo esencial, que es la emoción y también la empatía con los personajes. Por ejemplo, cuando un espectador se identifica con Julieta y comparte su emoción cuando con voz metálica dice «El odio es la cuna de este amor fatal. ¡Que el ataúd sea mi lecho nupcial!», estamos ante ese proceso de empatía y emoción.
¿Por qué nos entusiasmó esta nueva producción de 'Romeo y Julieta' de la Ópera de Oviedo y la ABAO? En primer lugar, por la concordancia entre escena y dirección musical. La escenógrafa Giorgia Guerra combina una sobriedad minimalista con el expresionismo abstracto y algunos elementos plásticos característicos de la pintura manierista, como por ejemplo el cuadro final del tercer acto en el que parece que estamos viendo una pintura de Paolo Veronés. A esa escena siempre dinámica le da vida y aliento la visión sinfónica de Audrey Saint-Gil con Oviedo Filarmonía. Nerviosa, variada, ensoñadora y siempre envolviendo al drama, al Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Oviedo Filarmonía) y a las voces. Entre las intervenciones destacamos como ejemplo de prodigio vocal el duelo a la muerte de Teobaldo, una página coral culminante del romanticismo francés.
La mayor emoción está en las voces. Pese a un comienzo destemplado, algo forzado en las notas de paso, el tenor Ismael Jordi bordó en el último acto su papel de Romeo. Olga Syniakova en ese papel de Esteban, paje travestido, nos ofreció una versión prodigiosa de la canción de la alondra, punto culminante de su papel. Rotundo David Lagares, quien ennoblece el papel del padre Lorenzo. Excelente labor de los partiquinos, entre los que destacó Carlos Cosías, como Teobaldo, y el barítono Régis Mengus como Mercucio. Y broche de oro para Génesis Moreno, alma de la representación, por su interpretación del papel de Julieta. Una Julieta a la que vemos evolucionar en escena desde la alegre adolescencia, vocalmente asociada al virtuosismo y la claridad, a la trágica madurez. En tres horas, Julieta pasó de dulce muchacha a trágica mujer.
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