Neón, un presente incierto con sabor añejo
'Spanish Beauty' es un soplo. Aire. Un aguijón. Narración rápida, sin adornos
Nunca he estado en Benidorm. Es uno de mis viajes pendientes. Dicen que se parece a muchas otras ciudades costeras del levante español, pero después ... de leer 'Spanish Beauty', de Esther García Llovet, tengo mis dudas. Es ficción, me dirán. Puede, responderé. Benidorm no es así. Puede, insistiré, pero, hum, me apetece descubrirlo por mí misma.
Esta novela tan Guy Ritchie o Tarantino, me pregunto qué harían cualquiera de ellos si la convirtieran en guion, es un soplo. Aire. Un aguijón. Es un ¿y? Luces de neón -muy de los 90 porque es ahí donde me la imagino-, supervivientes y palabras que resuenan. Narración rápida, sin excesivos adornos, pero sin perder de vista lo poético que nace de la misma pronunciación de algunos términos. El nombre de la ciudad, escenario y protagonista de esta historia, Benidorm, tiene ese deje lírico. Prueben a decirlo con suavidad. Despacio. Benidorm. Quizá pasado de moda para algunos, pero atractivo de todos modos como lo es el neón de colores que tanto abunda en esta urbe sin sueño. Urbe, sí, mejor urbe porque pueblo hace tiempo que dejó de serlo y porque cuando una localidad tiene suburbios y altos y bajos fondos, parece que ciudad se le queda pequeño.
Neón. Un presente incierto con sabor añejo. Luminarias que, como si fueran las que se ponen para atraer a las moscas y mosquitos y cualquier otro ser volador que pase cerca, captan e hipnotizan a toda clase de supervivientes. Así es. Supervivientes. Esta es la palabra adecuada para definir a los diferentes tipos de personajes que transitan por la novela. Policías corruptos, rusos mafiosos, cantantes frustrados, camareros faltos de sueños, jóvenes siempre en busca de diversión, padres fracasados, corazones rotos y turistas, por supuesto. Siempre hay turistas en Benidorm. Colorados y británicos.
Y con la poética que reside en Benidorm, con sus luces y su eterno anhelo de ser la ciudad que nunca duerme, Las Vegas del levante o el Miami mediterráneo (confesaré que, a veces, me imaginaba las escenas de la novela con el mismo filtro ardiente, saturado, sol, que se empleaba para rodar la famosa serie 'CSI: Miami'), se dan la mano un 'noir' travieso y un western urbano donde no existen buenos. Tampoco malos. Hay circunstancias, lugares, momentos, pero no hay buenos ni malos. Hay luces, muchas, de neón, de colores; y hay oscuridad, también mucha, pero esta no se ve a simple vista ni adorna la urbe porque habita en el interior de los supervivientes de un Benidorm que todavía hoy nos recuerda al tubo catódico.
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