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Sinfonía del mundo para ser contada

'Aguafuertes' es un valioso retablo configurado sobre la plancha base del escepticismo

Viernes, 18 de octubre 2024, 02:00

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Descubrí a Jesús del Campo (Gijón, 1956) a través del ensayo 'Panfleto de Kronborg' (Acantilado 2022), un libro sobre el combate entre la estupidez y ... el talento y sobre la tristeza de la vulgaridad, y al que califiqué como un himno para ser cantado en espacios de resistencia. En esta ocasión, Jesús del Campo, elige la literatura de ficción para componer su tenaz sinfonía de la indocilidad y sitúa su música de las palabras en el tiempo llamado Barroco, y utiliza, como no podía ser de otra manera, el estilo literario del mismo nombre, y pienso que lo hace, no tanto por lo que éste tiene de hermoso y grandilocuente, que también, sino por su carácter polisémico, por el tratamiento irónico de las más duras circunstancias vitales al modo quevedesco, por resaltar el carácter efímero de la vida o por la descripción exaltada, propia de este modelo narrativo, a la hora de mostrar lo más cotidiano o vulgar (y por lo tanto lo más humano) del ser humano. Jesús del Campo escribe extraordinariamente bien, y 'Aguafuertes' es un valioso retablo configurado sobre la plancha base del escepticismo, que se cubre luego con un excelso barniz de metáforas, plancha sobre la que el autor graba aquí y allá sus pensamientos rebeldes para después sumergir toda la obra en una solución de agua cínica y ácido satírico que corroe lo inútil y deja surcos creativos inolvidables. El retablo lo configuran conquistadores desesperados, músicos sin esperanza, nobles señoras casquivanas, envenenadores, herbolarios borrachos de intuición, mujeres que quieren ser soldados de la guerra voraz, desertores enamorados, peregrinos que van en busca de las sorpresas del mundo, intérpretes de sueños, sicarios tristes, gente que no encuentra su cara en el espejo, seres atrapados en las tempestades del mundo, maestros de impaciencias y crueldades, cortesanas con su amor en venta, viajeros de amargo gesto, emperatrices soberanas de la desolación, duelistas insatisfechos o príncipes del reino de la nada. Se habla en este aguafuerte literario de motines contra las malas gobernaciones, de calendarios en llamas que calcinan sombras en la memoria, de lánguidos matrimonios consumidos por el tedio, de sexos insaciables y aceros inquietos, de guerras interminables y de ejércitos que reclutan hombres y devuelven ausencias. Este retablo del profesor Jesús del Campo es una hermosa y valiente hemorragia literaria que describe (y que canta), con ironía y oficio de experto rapsoda, la comedia humana, y no faltan los paisajes desaforados, ni la mundanidad de la guerra, ni las historias de amor arrebatado.

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