Cuando el teatro es íntimo y solitario
El sábado llega al Jovellanos 'Ronem Ram', una propuesta en la que cada espectador es protagonista y vive su experiencia en escena
M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Jueves, 2 de diciembre 2021, 02:18
Es teatro. Es para todos los públicos. Y es una experiencia única, individual e intransferible. El público no se sienta en el patio de butacas ... sino que se sube al escenario, se convierte en protagonista. El sábado llega al Jovellanos 'Ronem Ram', un espectáculo de Onírica Mecánica que nos traslada al Mar Menor (el título invierte su nombre) y que es un aldabonazo para frenar su deterioro imparable. Solo 60 privilegiados entrarán cada día, desde el sábado hasta el miércoles, desde las cuatro y media de la tarde, para participar en ese viaje ideado por Jesús Nieto al que no es fácil ponerle palabras.
«Es una pieza de artes escénicas, narrativa, es una experiencia en la que el protagonista eres tú, cada persona pasa por diferentes instalaciones plásticas guiada por el sonido de sus auriculares», señala el director de una propuesta que nació hace aproximadamente tres años y medio a partir de un proyecto llamado 'Reset Mar Menor', que invitaba a creadores y artistas a imaginar otro futuro para esa laguna salada. A partir de ahí, la realidad demoledora llevó al desastre a ese espacio sentenciado por las DANAS hasta dejarlo en la insostenible situación actual. «Este proyecto premonitorio sobre lo que le iba a pasar nos invitó, desde las artes vivas, las artes escénicas, a construir una ficción sobre cómo podía ser la vida, imaginando qué podría pasar en 50 años, y lo que ha pasado es que todo lo que yo imaginaba se ha convertido en presente, es ya prácticamente presente», afirma el creador, que apunta que la obra va más allá y especula con posibilidades como que el aire esté privatizado en el futuro.
Con esos ingredientes, el hecho teatral bucea en una nueva dimensión. El público entra por la puerta principal del teatro y realiza un recorrido circular. No accede al patio de butacas, sino que se dirige a la zona de camerinos para desde allí ingresar en el escenario, convertido en una suerte de laberinto con un sinfín de instalaciones a las que conducen las luces. Un espectador y otro no se juntan nunca. Cuando uno deja un espacio, el otro entra en él. Está todo medido al milímetro y las situaciones que se dan son variopintas. El espectador puede sentarse, tumbarse en ese camino que inicia para saber más. «Es una instalación artística que combina una pieza sonora que escuchas a través de los cascos con artes plásticas y escénicas y el espectador presta su cuerpo para producir la actuación. Es una experiencia muy íntima, cada espectador pasa en solitario unos 55 minutos, es como vivir tu propia aventura», explica Jesús Nieto.
Cuaderno en vez de aplausos
Nadie sale como entró. Cuando retorna al hall del Jovellanos casi una hora después hay un impacto. «La gente sale muy emocionada, porque la pieza plantea cuál es la situación medioambiental actual, cómo las especies somos ecodependientes», señala Nieto, que subraya que en este caso el teatro permite al espectador introducirse en la vida de otras personas, mirar con otros ojos, ver más allá de lo visto habitualmente.
El aplauso de cualquier función se sustituye aquí por un cuaderno en el que dejar constancia escrita de lo vivido y sentido. «Es reveladora, es una experiencia teatral emotiva», afirma el director de este espectáculo premiado y aplaudido que se estrenó en diciembre pasado después de pasar por dos colapsos: el del Mar Menor y el de la pandemia. Se ha visto en diversos espacios, no solo en teatros. «Se ha hecho en museos de ciencia, espacios no convencionales como fábricas abandonadas, pero cuando lo hacemos en teatro utilizamos el escenario, que es donde ocurre la ficción», donde los caminos de luz marcados van conduciendo a los diferentes juegos teatrales que se plantean. Unas 13 o 14 personas llegan a estar al mismo tiempo pisando las tablas.
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