Bill McCammon
«El presupuesto no era nada del otro mundo, pero tuvimos una buena temporada y el Ayuntamiento de Gijón apostó por la 'final a ocho', que fue clave»
Bill McCammon (California, 1957) se convirtió en leyenda en Gijón. Su historia comenzó por pura casualidad. A su esposa le gustaba la bicicleta y ... ambos recorrían Europa sobre dos ruedas. Llegaron a la ciudad de camino a Galicia, donde iban a visitar a un amigo, y vieron que el Gijón Baloncesto buscaba entrenador. Una llamada a su agente y una conversación con la directiva del club fueron el primer paso de una trayectoria que llevó a Asturias, hace treinta años, a tener por primera vez en su historia un equipo en ACB. Desde Chipre, donde reside junto a su familia y tras recorrer 25 países como entrenador, atiende la llamada de EL COMERCIO.
–¿Qué equipo se encontró cuando empezó a trabajar?
–Las cosas no eran como ahora, que tenemos Internet. Una historia es que fui al Palacio de Deportes, vi que era increíble y dije que en dos años iba a subir el equipo a ACB. El primer año no era el objetivo del club. Tuvimos un buen equipo, llegamos a semifinales contra el Bilbao. Renové y decidimos mantener el grueso del grupo añadiendo unos fichajes y algunos chavales del club. El presupuesto no era nada del otro mundo, pero tuvimos una buena temporada y el Ayuntamiento apostó por la 'final a ocho' en Gijón, lo que fue clave. Había dudas sobre si íbamos a clasificarnos, pero al final lo hicimos.
«Jugábamos con penetración y pase fuera. Ahora la mayoría lo hace así, pero hace treinta años nadie lo hacía en España»
–Su plantilla tenía a mucha gente de la cantera. ¿Cómo fue el trabajo con ellos?
–Trabajaron bien y confié en ellos. Los usé durante toda la temporada para que tuvieran experiencia. Si alguien se lesiona, otro debe coger su sitio. Los jóvenes ayudaron mucho.
–Implantó un sistema muy diferente de trabajo.
–Jugábamos mucho en los entrenamientos y hacíamos también ejercicios. Venía de unos programas de la NCAA y hacíamos ejercicios defensivos muy duros. También jugábamos, intentaba adaptarme al baloncesto europeo y tuve que cambiar cosas. Veía a muchos entrenadores yugoslavos en esa época y me gustaba cómo jugaban: penetrar y pasar fuera. Ahora la mayoría juegan así, pero hace treinta años en España y otras partes de Europa los entrenadores tenían mucho control sobre los jugadores. Yo aplicaba un estilo más abierto, como se juega hoy.
–¿Entrenaban mucho con balón?
–No entendía los ejercicios solamente físicos. Siempre quería un balón en las manos de mis jugadores, no treinta minutos de ejercicios solo físicos. La preparación física era con el balón en la mano.
–¿Tuvo consigo a la afición desde el inicio?
–La verdad es que perdimos los dos primeros partidos. Pero siempre confiaron en mí y empezamos a jugar bien.
–¿Qué papel jugaba Johnny McDowell en aquel equipo?
–Era un desconocido cuando llegó. Era bajito, todos querían un pívot grande, pero podía hacer muchas cosas. El primer año no tiraba mucho de fuera. Trabajamos mucho para que en el segundo lo hiciera. Podía hacer uno contra uno con un pívot y planteamos cosas que en Liga EBA nadie hacía. Nadie jugaba con esos jugadores fuera. Si llegaba la ayuda, pase fuera para lanzar de tres. Vi a Zeljko Obradovic hacer eso en los cuartos de final de Estambul con el Estrella Roja el año anterior. Jonny podía hacer de todo. Los tiros del resto de equipos eran en el poste bajo, yo lo saqué fuera a jugar. Creció mucho. Lo traje a Chipre y no les gustó. Luego fue a Corea del Sur y se convirtió en una leyenda.
–También tenía influencia en el buen ambiente del vestuario.
–Me gusta tener un equipo alegre dentro y fuera del vestuario. La mezcla entre los jóvenes y los veteranos el segundo año fue muy divertida.
–Creo que le tocó pagar unas cuantas barbacoas por las victorias.
–Sí (ríe). El segundo año les dije que cada vez que ganásemos fuera les pagaría una pizza para cada uno en una pizzería de Gijón. Y jugaron mucho mejor fuera de casa (ríe). Hoy no creo que pudiera hacerlo porque todo es muy caro.
–Otro jugador muy recordado es Juan Antonio Hernández 'Vallecas'. ¿Qué relevancia tuvo para lograr el ascenso?
–Fue clave todo el año. Era un gran jugador y tuvimos la suerte de ficharlo. Mantuvo su habilidad en el vestuario y en la cancha. Jonnhy y él fueron claves. También Roberto Carvajal, un base extraordinario.
–En el primer partido del 'play off' de ascenso perdían de mucho con el Tenerife al descanso. ¿Cómo consiguen remontar?
–Estábamos quince o dieciséis abajo. Les dije que no estaban jugando como éramos capaces de hacerlo. La clave fue que Juan Antonio Hernández me dijo: 'entrenador, voy a defender a Ray Smith'. Con 7.000 personas en el pabellón, dije que no pusieran el aire acondicionado. Juan Antonio defendió muy bien a Smith, fue más él que yo. Siempre quise que mis jugadores me dijeran lo que no funcionaba.
–¿Por qué lo del aire acondicionado?
–Pocas veces hacía falta ponerlo, pero esos días había 28 o 29 grados en Gijón. Mis jugadores estaban acostumbrados a jugar con cualquier condición. No nos afectaba mucho el calor, pero al otro equipo sí.
–¿Cuándo se dio cuenta de que el ascenso era posible?
–Siempre creí. Hubo un partido especial, en Gandía, que nos permitió clasificarnos. Además, no perdimos ningún encuentro en nuestra casa.
–¿Cómo recuerda la fiesta del ascenso?
–La celebración fue histórica, nos divertimos mucho. Mi hija tenía casi un año y tengo fotos llevándola en brazos, fue increíble. Recuerdo cortar las redes del aro, era algo muy americano, no lo hacían muchos equipos en esa época. Estoy muy agradecido a Tino Grana y Emilio de Diego por traerme. Trabajamos muy duro para llegar a ese momento del ascenso.
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