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Los 167 años de historia de Duro Felguera son testigos de la que quizá sea la situación más crítica que ha atravesado la compañía. ... Acuciada por las deudas y por las reclamaciones millonarias, la firma asturiana presentó el pasado mes de diciembre un preconcurso de acreedores que vence el próximo martes, 11 de marzo, pero el pasado jueves la firma comunicó a los tenedores de deuda su decisión de solicitar una prórroga del mismo, con el objetivo de ganar tiempo y convencer a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) de que capitalice su pasivo (una operación que convertiría al organismo en el nuevo accionista mayoritario).
Al mismo tiempo, Duro trabaja en otras opciones para tratar de aliviar la delicada situación económica en la que se encuentra. Por eso, la compañía mantendrá hoy una reunión clave con Sonelgaz en Argelia para intentar desbloquear el proyecto de Djelfa, por el que la compañía estatal argelina exige una indemnización de 413 millones de euros. El intento de desatascar el proyecto responde a la convicción de la empresa de «avanzar en el plan de reestructuración», según señalaron esta misma semana fuentes cercanas al grupo.
El plazo extra solicitado puede ser un arma de doble filo, pues tiene la ventaja de que Duro Felguera contará con más tiempo para intentar evitar la quiebra, pero también conlleva el riesgo de agravar la situación económica actual y hacer el agujero aún más grande si cabe. Hay consenso entre las partes en que la única opción viable para que la empresa siga existiendo tal y como hoy se la conoce es la capitalización de los 100 millones concedidos en dos préstamos participativos por la SEPI y cambiar los bonos convertibles por acciones. De este modo, se reduciría la deuda y la sociedad estatal pasaría de ser acreedor a ser accionista y propietaria de la empresa.
Sin esa premisa, la situación del centenario grupo es prácticamente inviable, pero incluso en ese supuesto haría falta una aportación adicional para garantizar el funcionamiento a nivel operativo, porque el problema de Duro Felguera es su dificultad para encontrar avales bancarios para conseguir nuevos contratos o los retrasos en los pagos a proveedores, fruto de su falta de liquidez.
En ese sentido, el pasado miércoles, Mota-Engil, uno de los inversores que –junto a Prodi– rescataron a Duro Felguera en la ampliación de capital de 2023, dejó claro que no realizará más aportaciones económicas, puesto que ya ha adquirido el 'know-how' de la firma asturiana (lo que le ha permitido conseguir sus primeros contratos en el sector energético). Así, trasladó a la SEPI y a su propio socio la responsabilidad de encontrar una salida a la actual situación.
Hasta que venza el plazo del preconcurso, Duro Felguera puede negociar con los acreedores un acuerdo de reestructuración y tratar de vender activos, tanto inmobiliarios como de otra índole, para intentar conseguir liquidez. De hecho, la empresa tiene en marcha un plan de desinversiones que incluye activos que ya se pusieron en el mercado en 2019, como la sede del Parque Científico Tecnológico de Gijón. Sin embargo, más allá de eso, también está sondeando opciones sobre algunas de sus divisiones más interesantes.
Según ha sabido este periódico, la dirección de Duro Felguera ya negocia con varias empresas la posible venta de algunos de estos negocios. No sería la primera vez que se desprende de filiales para conseguir liquidez y hacer frente a los gastos corrientes.
En ese contexto, tal como adelantó EL COMERCIO, el presidente del grupo Escribano Mechanical and Engineering, Javier Escribano, visitó el pasado 28 de febrero las instalaciones de Duro Felguera Calderería Pesada, más conocidas como el Tallerón. Se trata de una filial con mucho prestigio en el ámbito industrial, especialmente por el talento de la plantilla (unos 160 trabajadores) y por su ubicación, con acceso directo al mar y a 1,5 kilómetros del puerto gijonés, aunque al mismo tiempo es una de las que genera más pérdidas. En etapas anteriores, la dirección de Duro Felguera ya se llegó a plantear su venta.
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