Más de 800 empresas zombis sobreviven en Asturias a base de refinanciaciones
Se trata de compañías cuya actividad no es rentable, pero que siguen adelante gracias a las renegociaciones continuas de sus deudas
Uno puede pensar que el término zombi se limita exclusivamente a las obras de ficción, pero lo cierto es que también ocupa un lugar en ... el plano económico. En concreto, la palabra sirve para definir a las empresas muertas vivientes, es decir, aquellas que no generan ingresos suficientes para hacer frente a sus gastos y que recurren continuamente a la financiación con el único propósito de seguir vivas. También se les denomina empresas vulnerables, en un tono más amigable y, en estos momentos, en Asturias hay, por lo menos, 803 sociedades que entran dentro de esta categoría. Así se constata en el último informe llevado a cabo por Informa D&B, filial del grupo de seguros Cesce, que a su vez cifra en 35.685 las compañías en dicha situación en el conjunto de España.
Para identificarlas han tenido en cuenta dos criterios: que sean empresas con una ratio de cobertura de intereses negativa y que cuenten con más de diez años de antigüedad. Teniendo en cuenta que el número de empresas asturianas inscritas en la Seguridad Social alcanzó en mayo las 27.722, el resultado es que aproximadamente el 2,9% de ellas son zombis. Se trata de un porcentaje superior al registrado en el promedio del país, que se sitúa en el 2,6%.
La mayoría de ellas son microempresas –un 82,4%–. Otro 4,7% corresponde a empresas de tamaño mediano y un 3,4% son grandes. Clasificándolas por sectores, las dedicadas a la construcción (30%) y el comercio (20%) acaparan la mitad de todas las compañías vulnerables en España. También tienen un peso importante las que se centran en servicios empresariales (14,5%) y las que se dedican a la industria, que son una de cada diez.
Los expertos advierten que, si bien este tipo de empresas siguen contribuyendo de manera positiva socialmente –por la generación de empleo y aportación a la Seguridad Social–, pueden suponer un lastre para la competitividad general de la economía. En este sentido, Beatriz María Coto, presidenta del Colegio Oficial de Graduados Sociales de Asturias, explica que «las ayudas deben darse para situaciones coyunturales, porque, si es algo estructural, habrá que analizar si es permanente o no».
En caso de que se trate de un problema coyuntural, apunta, «es normal que haya apoyos económicos para tratar de que las empresas salgan adelante, sobre todo cuando tienen unas dimensiones de plantilla considerables». Además, remarca que no se puede dejar de lado «el impacto social de una reestructuración fuerte, como puede ser un ERE, y la repercusión en la economía» cuando se trata de compañías de gran tamaño.
«Lo que importa a la hora de conceder esas ayudas o refinanciaciones es que haya un atisbo de viabilidad», defiende Coto, «para tratar de encontrar una salida y evitar que se convierta en una huida hacia delante que finalice con un concurso de acreedores y con el cierre».
«La academia está bastante alineada y la conclusión es que estas compañías adquieren recursos y ciertos privilegios. No tienen viabilidad, sobre todo desde una perspectiva a largo plazo, y pueden arrastrar a las demás empresas a convertirse en zombis», explica Leire San José, catedrática de Economía Financiera y Contabilidad, además de investigadora.
La cuestión es que «cerrar una empresa no es tan sencillo, ya que normalmente se especializan en algún ámbito y es difícil reorientarlas». La experta remarca, además, que llevar a cabo los ajustes de plantilla necesarios para reencauzar el negocio y volver a la senda de la viabilidad económica «puede generar riesgos en el territorio».
Mantener el empleo
Un claro ejemplo de un país al que le interesa mantener vivas sus empresas zombis es China, que cuenta con el mayor número de ellas desde 2001. Pekín utiliza exenciones fiscales, subsidios y apoyo del Banco Popular de China para sostenerlas, priorizando la estabilidad social sobre la eficiencia económica, con el fin de preservar empleos y evitar protestas, además de atraer inversiones.
En este sentido, San José sostiene que pueden ser tres los agentes que pueden implicarse en impedir el cierre de ciertas empresas. Por un lado, las propias compañías, donde «alguien ha puesto un capital y está arriesgando parte de su vida». Por otro, las propias entidades bancarias que las financian, ya que «han hecho una apuesta» y de esta forma pueden posponer o evitar pérdidas en caso de que la empresa quiebre. Y por último, los gobiernos, que pretenden preservar empleo y evitar efectos dominó en los que el cierre de una empresa pueda afectar indirectamente a otras.
Así las cosas, la investigadora defiende la necesidad de apostar por una destrucción creativa «que garantice que empresas sanas ocuparán el lugar de las zombis destruidas». Para poder hacerlo, subraya que se requiere de «una regulación clara para la identificación de empresas zombis y unos procesos de quiebra eficientes».
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