Europa no puede prescindir del carbón
La situación que estamos viviendo obliga a reformular los planteamientos utópicos en los que se ha fundamentado la transición energética europea
La ambición verde de las instituciones europeas se topa con la cruda realidad. La Unión Europea no puede prescindir del carbón en su 'mix' energético, ... ni ahora, ni en 2030. Con una compra de combustibles fósiles a terceros países por importe de 1.000 millones de euros diarios, y siendo Rusia un proveedor importante de gas, petróleo y carbón, los anuncios políticos de energía ilimitada, barata y respetuosa con el medio ambiente se contraponen con la realidad que percibe el consumidor europeo: escasez, carestía y aumento de las emisiones de carbono. Es la consecuencia de anteponer la ideología al principio de razón suficiente.
Han sido muchos los descartes tecnológicos: no a la energía nuclear, no al gas obtenido por 'fracking', no a la exploración de combustibles fósiles, no al carbón, no a los vehículos de combustión. Podría añadir a la larga lista de desafueros dos más: el cuestionamiento de las actividades mineras y una mirada despectiva a la industria básica. No hay sistema económico que pueda soportar tantas limitaciones. Las dolorosas consecuencias de un diseño acelerado de la transición energética europea son ahora perceptibles, porque afectan severamente a la economía de las familias, autónomos y pymes.
El discurso político de moda decía que las energías renovables iban a reducir el precio del recibo eléctrico, dada su baratura. Nada más alejado de la verdad, porque la fotovoltaica y la eólica sin almacenamiento sí son competitivas, pero no son gestionables. Aporto un dato incontestable de lo que afirmo. En España, estos días, a las 14 horas la generación renovable supone el 44% de la generación eléctrica, y a las 22 horas, sólo el 28%. ¿Qué tecnología cubre el hueco? Mayoritariamente los ciclos combinados de gas y la hidráulica. Con los pantanos al 46% de capacidad, el gas es la energía de respaldo en España, porque el carbón fue reducido a la mínima expresión.
Otros países europeos tienen otros problemas. Alemania, locomotora industrial europea, decidió parar sus reactores nucleares antes que el carbón, lo cual es aberrante en términos medioambientales. Su costosísima transición energética, más de 450.000 millones de euros invertidos a la fecha, no ha tenido efecto alguno sobre la reducción de sus emisiones. Su flamante gasoducto Nord Stream 2, que iba a inyectar el gas de Siberia en su red, es hoy un activo ocioso. Por ello, las autoridades alemanas han elevado al dos el nivel de alarma energética ante la previsible escasez de gas. No tiene más alternativa que recurrir al carbón para generar electricidad y repercutir los costes a la industria y los hogares.
Francia, con un 70% de su generación eléctrica basada en la energía nuclear, se enfrenta a una grave crisis técnica, debido a la aparición de fisuras en tuberías de circuitos de seguridad de sus reactores lo que, junto a las paradas programadas de mantenimiento y recarga de combustible, da lugar a que el 56% de su potencia nuclear instalada esté desconectada de red actualmente. Esta situación precaria, por su centralidad, afecta a toda Europa, agravando la crisis gasista.
El calendario de desconexión de las centrales de carbón en la Unión Europea será objeto de profunda revisión, posponiéndose las fechas anunciadas. Según los acuerdos de la conferencia de las partes celebrada en París, la Unión Europea debería prescindir del carbón en 2030, lo cual es imposible. En mi opinión, la potencia instalada a dicha fecha superará ampliamente los 60.000 MW, debido a que las tecnologías de almacenamiento de las energías renovables se encuentran en estado pre-competitivo y a las tensiones en el mercado gasista. Trece países europeos, entre ellos los más importantes, que tenían prevista la desconexión de sus centrales de carbón entre 2023 y 2033, deberán replantearse sus estrategias para asegurar la disponibilidad de energía eléctrica.
En España, la generación eléctrica con carbón en 2021 sólo representó el 1,9% del total. En Asturias, el 38%, porque la menor potencia conectada se compensó, parcialmente, con más horas de funcionamiento. El peso de los combustibles fósiles, carbón y gas, en el 'mix' energético asturiano sigue siendo muy alto, el 64%, con sólo un 29% de generación renovable y un 6% con residuos. Entre 2010 y 2021 Asturias sólo ha conectado a red 300 MW eólicos y 1 MW de fotovoltaica. La transición energética de Asturias está por realizar, llevamos 11 años con la generación renovable en el 29% del total, frente a un 47% en España. En estas condiciones, plantear la incorporación del hidrógeno al 'mix' energético asturiano a la escala de gigavatios y como pioneros forma parte del mundo de las infografías y la propaganda intencionada, no de la realidad soportada en datos objetivos.
La situación que estamos viviendo obliga a reformular los planteamientos utópicos en los que se ha fundamentado la transición energética europea, que como un mal trampantojo se ha venido abajo cuando la guerra, en sus distintos formatos, ha vuelto al tablero geopolítico. No tenemos un sistema eléctrico europeo resiliente, siendo el viejo carbón el último recurso de corto plazo al que acudir.
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