Los fundamentalismos siempre son perjudiciales, amén de erróneos. La realidad es múltiple y permite diversos puntos de vista. Es cierto que nuestro recetario es abundante ... y singular, pero no es menos cierto que los parentescos con el resto de las cocinas hispanas es evidente. Nuestro aislamiento ha sido de tal calibre, que incluso las epidemias que azotaban la península ibérica llegaban aquí con distinta incidencia y en años diferentes. Y, como todo tiene su lado bueno en esta vida, nuestra incomunicación respecto al mundo, e incluso entre las comarcas vecinas, ha propiciado una cocina, no solo imaginativa como ocurre con el resto de las cocinas populares que tienen que apañárselas con recursos escasos, sino también variada y original. El aislamiento que ha durado hasta no hace demasiado tiempo, ha sido 'favorecido' por la complicada orografía de la provincia, y por la desatención de sucesivos y variopintos gobiernos.
Pero también es cierto que todo es relativo en este mundo (en el otro ni se sabe) y el enclaustramiento no ha sido absoluto. Se encuentran a poco que se indague, parientes de nuestros platos clásicos, no solo en casa de nuestros vecinos adyacentes, y perdonen la redundancia, sino por todo el territorio español. Y es que las cosas, aunque con retraso, terminaban por llegar a Asturias, como llegaron los productos americanos que tanto influyeron en la formación de las cocinas populares españolas y de todo el Occidente. En especial, el pimiento y su derivado el pimentón, que marcarían el estilo de la culinaria asturiana que ha llegado hasta nuestros días.
Y por las mismas razones por las que tardaron más en llegar es plausible pensar que también tardarán más en perderse, ya que han evolucionado de modo independiente. Esto explicaría la cocina asturiana como parte de una antigua más extendida territorialmente, y que por aquí se desarrolló gradualmente hacia formas personales y, por tanto, originales. Así tenemos algunos platos muy nuestros, que no se encuentran en otras comarcas españolas y que han llegado a ser emblemas de nuestra cocina tradicional como el pote asturiano o la fabada. Pero incluso en estos casos podemos rastrear parentescos más o menos lejanos, en el espacio y en el tiempo, siendo conscientes de que tan malo es desconocer las virtudes de lo que tiene uno en casa, como mirarse complacidos el propio ombligo como si fuera lo más hermoso del planeta.
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