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Parte del equipo delBegoña, en Cimadevilla. JUAN CARLOS ROMÁN
Gijón

Bar Begoña

Todo el mundo conoce el Begoñina, y escasean quienes no lo tienen entre sus favoritos. Cincuenta años militando de playu dan honores

Sábado, 16 de marzo 2024, 01:00

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Si hay equipos que son más que un equipo, hay bares que son más que un bar. El Begoña, o Begoñina para los asiduos, sirve de peripintado ejemplo, y si bien hace lustro y medio amplió su mínimo comedor incorporando el local vecino, su cariñoso diminutivo no pierde sentido.

Bar Begoña

  • Dirección: Ave María, 11 - Gijón

  • Teléfono: 985 35 30 58

  • Cocina y sala: María Jesús del Valle Fernández y Antonio Moldón Crespo

Mercedes, la matriarca y fundadora junto con Modesto, que desgraciadamente ya se nos fue, aún asiste y supervisa cuando puede; ambos inauguraron su acogedor rincón por los años sesenta, cuando el barrio ahora codiciado –precisamente mi barrio y mi calle– no pasaba de barrizal poblado por pescadores, pescadoras, cigarreras y mujeres de vida airada. Y nació tasca humilde para los obreros que iban construyendo casas de pisos sobre las de planta y huerta, mientras iban pavimentando las calles. Y no sólo. También eran asiduos los curas de la parroquia (el inolvidable Don Boni jugaba allí sus cotidianos tutes), los vecinos playos con árbol genealógico, los alumnos y profesores del San Eutiquio y, en resumen, el paisaje y paisanaje –ya en parte muy perdido– que late a la sombra del cerro de Santa Catalina. Allí encontraron un lugar idóneo de reunión, charla, culinos, vasinos, periódicos y juego.

Llegado el momento María Jesús, la hija, y Antonio, el yerno, tomaron relevo en un trato y una cocina con sabor a comedor familiar, lo que incluye su apreciadísimo cachopo, sus mejillones en salsa verde, sus ensaladas y ensaladillas, su carne guisada, sus chicharrinos y parrochines crujientes, sus chipirones rellenos o afogáos, sus potes, su rollo de bonito veraniego, y otros clásicos del peñón originario gijonés.

Honradez, gracia, precio ajustado y popularidad forman parte de los rasgos que atesora este personalísimo veterano al que acuden por igual parados, jubilados y currantes, como paladares exigentes, turistas o ministros que –eso sí– esperan turno.

O informan al chófer que lo intente otro día.

Costillas al ajillo

Para 2/3 comensales: 1/2 k de costillas de cerdo. 6 dientes de ajo. Zumo de limón. 1 ramín de perejil. 1 cebolla. 1 pimiento verde. 1 chorro de vino blanco. Aceite de oliva. Pimienta. Sal.

1. Tras pelarlos, cortamos cada diente de ajo en trocinos pequeños o rodajinas. 2. Ponemos dentro de un recipiente hondo las costillas cortadas en trozos medianos. 3. Las dejamos macerar una noche cubiertas por el pimiento, la cebolla, el ajo picado, la pimienta y la sal (ésto último con mesura). 4. También añadimos el zumo de limón colado para retirar pulpa y semillas, y un chorrín de aceite de oliva virgen extra. 5. La noche de maceración debe tener lugar en el frigorífico a recipiente tapado (con papel film por ejemplo). 6. Las revolvemos bien en el macerado, las limpiamos, y las vamos dorando en una sartén con aceite de oliva bien caliente. 7. Dejamos que doren por todos los lados. 8. Una vez hayan tomado color las cambiamos de sartén;en la nueva bullirá el vino tinto. 9. Guisamos las costillas hasta que el vino se reduzca y la carne quede muy tierna (al menos treinta minutos). 10. Las escurrimos y ponemos en una fuente. 11. Freímos y distribuimos por encima los trocinos de ajo. 12. Decoramos con el perejil. 13. Acompañamos con patatas fritas y/o ensalada.

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