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Tereñes (Ribadesella)

La Portiella

De vez en cuando pasan pesqueros; luego tenemos huertas y esquilones de vacas queseras, de fondo sierras y cabritos; el escenario dicta la carta

Sábado, 27 de julio 2024, 02:00

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Tereñes, en las afueras riosellanas, desperdiga sus casas, casonas y hórreos –algunos centenarios– entre carreterinas que son calles, fincas que son jardines, robles que ceden lugar a palmeras antillanas y, limitando y prolongando todo, el mar, ante declives y pedreros con huellas estampadas de dinosaurios, bichos que, como nosotros, también debieron pensarse especie inmortal y culmen de la evolución.

Sobre el último repecho de la rasa, mirando al mar soñé, que las ensoñaciones vienen de consuno, La Portiella –portón de forja labrada– alza su cuerpo de chalet color teja entre terrazas, merenderos, galerías acristaladas e interiores luminosos. El verde y el azul, los árboles autóctonos y los árboles indianos, dejan bajo sus sombras protectoras un espacio donde la contemplación es sosiego y la puesta de sol casi maravilla obligatoria.

La Portiella

  • Dirección: Tereñes, 67 (Ribadesella)

  • Teléfono: 985 85 83 63

  • Cocina y sala: Alejandro, Ramón, Susana y Eva Martínez Tudela

  • Web: chigrelaportiella.com

¿Estilo culinario? Familiar. Y tanto. Enrique era conductor de camiones para la Central Lechera Asturiana, y Albertina maestra. De Oviedo pasaron a Calabés y El Carmen, y cuando las residencias de maestros se cerraron, razón de los cambios de domicilio, compraron este edificio. Y llegado el momento, Enrique abrió el bar y Albertina cocinó. Mientras tanto los hijos crecían, ayudaban, estudiaban –derecho, filología, electricidad, administración– y aprendían a guisar con la pericia necesaria como para cumplir un deseo fuertemente compartido: no dejar la aldea y ampliar y afirmar la obra de sus padres.

Lo consiguieron. Mejor en presente, lo consiguen cocinando y sirviendo mejillones a la vinagreta, pastel de tiñosu, pantrucu, cabritu guisáu, carrilleras al vino tinto, y muy especialmente –xáragu, llubina, rodaballu, rubiel– pescados de roca que ahora, en plena costera, incluyen al imprescindible y versátil bonito según recetas viejas y deseos nuevos.

Las verdinas marineras, los arroces bañados de Cantábrico, la tortilla de patatas o las marmitas boniteras de pan y moja cocinadas y servidas por estos cuatro hermanos cuya hospitalidad incluye práos, árboles, barrancos y olas, realzan el paisaje. O el paisaje las realza. A saber, pero se disfruta.

Cabritu guisáu

Para 4 comensales:

2 kilos de cabrito limpio y troceado. 1 cebolla. ¼ de pimiento rojo. ¼ de pimiento verde. ¼ de puerro. 1 vasín de vino blanco. Aceite de oliva. Pimienta y sal.

1. Troceamos muy fino la cebolla, el trozo blanco del puerro y los pimientos rojo y verde.

2. Pasamos a dorar los trozos de cabritu en una sartén con aceite de oliva virgen extra.

3. Ya dorados, los pasamos y revolvemos en una pota.

4. Les añadimos las verduras picadas.

5. Vertemos encima un poco del aceite donde doramos el cabrito.

6. También un poco de agua y de vino blanco, sin que llegue a cubrir del todo.

7. Movemos, reanudamos el hervor a fuego fuerte, y de inmediato lo pasamos a fuego muy bajo y suave.

8. Dejamos que guise dos o dos horas y media, cerciorándonos de que quede muy suave.

9. Media hora antes de retirar podemos poner patatinos o patatas escachadas, y si no patatas fritas. La ensalada de la huerta no puede faltar.

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