Cecilio Pérez, dueño de la sidrería El Candasu
«Falta gente que se moleste en echar sidra, no tirarla de cualquier manera»Después de cuatro décadas tras la barra, busca traspasar su negocio por la falta de relevo: «Tiene que ser alguien con interés, no que lo lleve a pique»
José M. Requena
Sábado, 22 de noviembre 2025, 01:00
Cecilio Pérez ye un chigreru de toda la vida, porque lleva toda una vida siendo chigreru. Aunque confiesa que ya le queda cada vez menos tras la barra del Candasu, desde donde ha sido testigo de excepción del devenir de la hostelería en la ciudad en las últimas cuatro décadas. La falta de relevo y la dificultad cada vez mayor de encontrar personal con vocación hacen mella, por lo que busca quien tome el testigo de un local seña de identidad de ese otro Gijón, el de los barrios.
–¿Cómo empezó en la hostelería?
–Hace cuarenta o cuarenta y cinco años, en un barín piquiñín que había en la avenida de Portugal, al lado del Bingo Sporting. Eran 40 metros cuadrados de bar, con baños, cocina y todo, imagínese. Ahí estuve 17 años, hasta que cansé de hacer cafés, siempre lo mismo. Decidí cambiar y puse una sidrería en El Cerilleru. Eso ya eran 180 metros, pero a los tres años ya me quedó pequeñina. Yo quería algo más grande.
–Y pasó ¿a cuántos?
–El Candasu son ya 500 metros cuadrados. Y llevamos ya 20 años.
–¿Cómo ha cambiado la hostelería en estas décadas?
–Cambiar, cambió muchísimo. No tiene nada que ver los principios de antes, los camareros y el servicio. Los empleados antes se involucraban más, ahora no se preocupan lo más mínimo, quieren hacer las ocho horas y cuando dé la hora, aunque quede un café por servir, marchan.
–¿También notó ese cambio en la clientela?
–Sobre todo después de la pandemia. A partir de ahí hubo un cambio total de hábitos. La gente sale más a comer y alarga la comida, pero menguan las cenas, ya salen menos a esas horas y cenan muy temprano, a las ocho y media o las nueve. Antes eran las once y media o las doce de la noche y estábamos empezando a darlas.
–¿Cuál es la clave para aguantar tantos años abiertos?
–Hacer algo menos mal que los demás. Seguimos teniendo nuestra clientela, aunque ya no son los años aquellos, cuando corría todo. Cuando el ladrillo… ¡buah! El Candasu de aquella era algo fuera de serie, yo nunca vi nada igual.
–Imagino que sidra por camiones.
–Llegamos a vender 320 cajes cada seis días. Por el verano, en aquellos años 2007, 2008, 2009, un sábado podía vender 100 ó 110 cajes.
–¿Tienen futuro las sidrerías sin el escanciado?
–Lo primero que hay que buscar es gente que quiera trabajar e involucrarse, que se molesten en echar la sidra. La mayoría tiren la sidra de cualquier manera, no tienen interés en aprender. No se preocupan ni de mirar la temperatura a la que la sirven. Por eso creo que tienen futuro siempre y cuando lo cuiden y se preocupen de ello, que no sea solo mirar por el negocio, vender y sacar. Yo prefiero sacar menos y sacar calidad. Me preocupo de ir a la mesa a preguntar a los clientes qué tal comieron, aunque sean unes patates tres salses. Por eso está muriendo todo, falta gente que se involucre y ahora mismo no tenemos, no quiere trabajar nadie en esto. No veo más que negocios grandes de toda la vida de Gijón que cierran, no porque no les guste, sino porque ves que no tienes gente que luche por ello. Yo a veces que salgo a dar una vueltuca, digo 'madre mía, lo que fue esto y en lo que quedó, no ye ni su sombra'.
–Le veo muy pesimista. Hablando de cierres, ¿usted se ve también en ese punto?
–Estoy en ese punto también, sí. Me quiero jubilar. En ello estamos. Pero falta gente que quiera coger esto. Pero no ye cogerlo y ya está. No tengo la idea de cerrar, pero de traspasarlo sí. Si surge mañana, pues surgió. Y si es el año que viene, el que viene. No nos apura, pero ya tengo una edad para jubilarme. Tiene que ser alguien que vea yo que tiene interés. Algo que te molestaste en levantar, que luchaste por ello 20 años, y que venga uno y lo eche a pique al día siguiente… se te cae el alma a los pies.
–Cuando llegue ese momento, ¿qué recuerdos se va a llevar?
–Muy buenos. La verdad que tengo una clientela especial, toda la vida la tuve. No me puedo quejar nunca de mis clientes, me siguieron a todos los lados, desde hace 45 años. Me voy a llevar recuerdos muy buenos de toda la gente que conozco, que es muchísima.