Pedro de Valdés, orgullo de Gijón y de la Armada
Álvaro Argüelles Armada. Marqués de San Esteban del Mar de Natahoyo
Jueves, 3 de julio 2025, 06:21
Como ya sabrán, hoy arribarán a El Musel el buque- escuela de la Armada, 'Juan Sebastián de Elcano', y la fragata 'Blas de Lezo', ... a bordo de los cuales ha completado su formación naval Su Alteza Real la Princesa de Asturias, quien también visitará por primera vez nuestra ciudad. Aprovecho para felicitar a las autoridades locales por haber traído a Gijón tan singular y emotivo acontecimiento, motivo de orgullo para toda la ciudad. Yo, desde luego, no pienso perdérmelo.
Los españoles estamos, con razón, orgullosos de la gesta que culminó in extremis Elcano —por eso nuestro buque escuela lleva su nombre— y también de la heroica defensa de Cartagena de Indias que protagonizó Blas de Lezo, incluyendo, por qué no decirlo, la humillación infligida a los ingleses.
Son varios —no demasiados— los grandes marinos de la historia de España con los que la Armada ha bautizado alguno de sus buques. Últimamente, sin embargo, parece que se lleva más ponerles nombre de fenómeno meteorológico. Así, tenemos buques llamados 'Tornado', 'Meteoro' o 'Relámpago', que bien podrían ser compañeros de aventuras de 'Rayo McQueen'.
Pero el que más me desconcierta es 'Furor'. Ignoro qué estado de ánimo llevó a bautizar un buque con el nombre de una de las bajas pasiones. Si estaban faltos de ideas, yo tengo alguna que con gusto cedo.
Sin salir de Gijón, tenemos a don Pedro de Valdés (1544-1615), insigne marino del siglo XVI, que sirvió a Felipe II y Felipe III. Participó en la conquista de La Florida junto a su suegro, el Adelantado Pedro Menéndez de Avilés (que también se merecería dar nombre como mínimo a un portaaviones).
Tuvo Valdés una vida propia de una novela de aventuras del Siglo de Oro. Estuvo casado con Ana, hija del Adelantado, hasta que su padre, don Juan de Valdés, regidor de Gijón, se tomó la justicia por su mano, y la asesinó por considerar que no guardaba las debidas ausencias a su hijo. También lideró la Armada de Poniente, participó en campañas en Portugal y Flandes, escoltó flotas de Indias y fue almirante en la Armada Invencible. Su galeón, el Nuestra Señora del Rosario, fue capturado por Francis Drake, quien le retuvo siete años prisionero en la Torre de Londres. Y aún fue nombrado gobernador de Cuba antes de morir, ciego y enfermo, en su casa de Roces. Un gijonés del que sentirse orgulloso y que bien merece dar nombre a un buque de la Armada.
Andamos escasos de razones para el orgullo, y nos sobran motivos para la vergüenza. Y eso, a la larga, nos pasará factura. Por eso hay que aprovechar cada ocasión para sacar pecho, presumir de nuestros logros y, en definitiva, estar orgullosos. «Y si somos los mejores, bueno, ¿y qué?», como cantaban Los Inhumanos.
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