Aridane Cuevas

Aridane, lejos de las islas, nació en Gijón, en 1989, en el mismo año de los Simpson, y su infancia fue El Natahoyo, como su vida es ahora La Calzada. Aunque no es fácil determinar cuál fue el momento exacto en que la vocación de servicio y el deseo de participación en todo aquello que tiene que ver con mejorar la vida de las personas se le instaló en la voluntad, es cierto que, siendo muy pequeña participó en un concurso en el que se postulaban candidatos para una especie de alcaldía. Y allí fue ella, con sus ideas, y con los proyectos que florecían en sus diez años de niña estudiosa y consciente, y se quedó con la miel en los labios de un segundo puesto. Pero ahí estaba ya la inquietud y el deseo y, cuando años más tarde dirigió sus pasos hacia los estudios de Pedagogía, la graduación en Educación Social, y hacia un máster en Adicciones que la llevó a hacer prácticas en Proyecto Hombre y enfrentar realidades de las que tocan el corazón, la certeza de lo necesaria que es la participación, terminó de abrirse paso y determinar lo que desde entonces está siendo su vida.

El rostro de Aridane Cuevas es luz. Unos rasgos en los que la placidez juega al despiste porque debajo de esa apariencia calmada y sonriente, de la contundencia de unos pómulos rotundos, de esa serenidad subrayada por una sonrisa decidida a aportar confianza al interlocutor, bulle un enorme arsenal de ideas, de proyectos dispuestos a ponerse en marcha. Hay búsqueda en sus ojos, una forma de mirar en la que se dibuja la escucha como actitud vital, y la firme disposición de aprender de las palabras de quien está frente a ella, de radiografiar el alma. Todo ello mientras de su boca fluyen, firmes y cercanas las palabras con las que construye el mundo.

No ha necesitado grandes manifestaciones ni grandes teorías familiares para construir su personalidad en torno a los ejes de feminismo y participación ciudadana en los que se desenvuelve. El ejemplo de su madre, su trabajo incansable para sacarla adelante, le sirvió más que un millón de palabras gastadas por el uso. La calle, el barrio, las personas, su necesidad de trabajar desde muy joven cuidando niños y en la hostelería, hicieron el resto. La influencia impagable y determinante de dos de sus profesores terminaron de asentar en ella las certezas que ya traía consigo y se concretaron en el máster en Género y Diversidad.

Ha trabajado en centros de menores, porque cree firmemente en que la educación es el eje desde el que se puede cambiar el mundo, y desde 2018 preside con entusiasmo el Conseyu de Mocedá de Xixón, donde se aglutinan los proyectos de asociaciones de jóvenes, las inquietudes, las necesidades, las ideas de quienes tienen energía y empeño para que las cosas mejoren. Y todo ello desde la voluntariedad, porque los cargos del Conseyu no son remunerados, y actualmente Aridane desarrolla su actividad profesional en Médicos del Mundo.

De ese modo canaliza las inquietudes que la acechan: en el Conseyu trabaja activamente en el grupo de Salud e Igualdad, promueve iniciativas, pone en marcha talleres para convertir en realidad conceptos como la corresponsabilidad, por ejemplo, y además desarrolla una amplia actividad en asociaciones feministas.

Aridane Cuevas tiene nombre de guerrero, pero su lucha, incansable siempre, la lleva a cabo con la tenacidad de quien conoce que el camino es largo, con el fervor de quien cree firmemente en aquello por lo que batalla. Y aunque igual por entonces al ponerle el nombre desconocían que significa 'el que tiene la voz', es ahora, cuando ese significado se hace vida con su voz violeta unida a otros miles de voces de color violeta. De esas que, afortunadamente, cambiarán el mundo.