Carmen Artime

Algo de eso ocurre con Carmen Artime, que abrió los ojos a la vida en Gijón en 1970 y durante toda su infancia y su adolescencia tuvo la inmensa suerte de contar con unos padres divertidos y una familia feliz. Ya se sabe que los principios determinan el futuro, y que una niñez con amor y risas prepara a los adultos que serán para plantar cara a las dificultades que los días puedan traer consigo. Pero también cuesta abandonar el refugio, el paraíso del tiempo feliz, la complicidad y la alegría, cuando en la biografía se escribe el golpe de la pérdida con un infarto que puso un injusto punto final, a los cuarenta y siete años, a la existencia del padre. Carmen, que tenía diecinueve conoció entonces, no solo la dentellada feroz de la ausencia: también, de improviso, tuvo que ponerse, junto a su hermano, al frente de la empresa familiar y entrar de lleno en todo eso que supone la vida adulta y las responsabilidades.

Carmen Artime convierte cualquier conversación en algo sencillo y grato, en la antesala de una confianza que nace en el fondo de la mirada de quien tuvo el privilegio de una infancia que le enseñó que la felicidad era posible. Ha sabido afrontar, tal vez gracias a ello, las exigencias que la vida le ha ido colocando una tras otra. Entregada al deporte desde siempre, su estatura la convirtió en una apasionada jugadora de baloncesto hasta la irrupción de una lesión a los veintidós años. Otra lesión complicada la apartó también del esquí que había empezado a practicar desde entonces, pero como es una persona acostumbrada a pactar con las dificultades, si no puede vencerlas, ahora hace elíptica y camina.

Insiste siempre en que su vida es muy normal: la familia, una trayectoria profesional como directora comercial que la llevó a pasarse gran parte del tiempo viajando, y que lo que sí tiene importancia es la Asociación Española contra el Cáncer. Preside la Junta Local en Gijón, desde hace casi cuatro años, después de pasar algunos más implicada en el trabajo para combatir esa enfermedad de la que sabe mucho para su desgracia por sus abuelos, porque su madre lo padeció durante siete años hasta que falleció a los cincuenta y nueve, y más recientemente ha tenido la experiencia de perder a su hermano y a una cuñada en un plazo de tres días con la misma enfermedad. Cuando hubo que sustituir al anterior presidente, no hubo duda: Carmen reunía las cualidades para llevar el timón de la Junta Local, su capacidad de trabajo, su carácter extrovertido, los muchos contactos y la facilidad para implicarlos en cualquier actividad que lleve a lo que de verdad le importa: la visibilidad de la Asociación, que la gente conozca la ayuda que pueden suministrar a enfermos y acompañantes, la red solidaria, de apoyo tan necesaria cuando la batalla tiene un contrincante tan fuerte. Más allá de los eventos que no se cansa de organizar, quiere que los gijoneses sepan que existe un espacio de acogida, de compañía, que además de pelear por conseguir fondos para la investigación imprescindible para alcanzar para 2030 el objetivo del setenta por ciento de supervivencia, apoya con atención psicológica, con talleres, con compañía en ese tiempo duro de la enfermedad, cuando los vientos soplan con furia y es tan necesaria la presencia de personas como Carmen Artime, la niña morena de ojos profundos y sensibilidad creciente, que aprendió que la felicidad era posible y que las batallas, incluso aunque no siempre se ganen, hay que pelearlas hasta el último momento y es mucho más fácil hacerlo con apoyo, con red, con afecto.