Centro de metadona en llamas
El incendio se inició con un neumático ardiendo y, además de pérdidas, provocó una gran polémica en El Coto, amenazas incluidas
arantxa margolles
Miércoles, 10 de febrero 2021, 01:26
La polémica traía cola. Hacía ya semanas que la Policía había detectado focos de personas incontroladas en las manifestaciones que antecedieron a la instalación de un centro de metadona en el barrio de El Coto y ahora, por hace ya cinco lustros, estos actuaron. Fue a eso de las nueve de la noche, tras forzarse la persiana de una ventana de la parte trasera del local para introducir en su interior un neumático ardiendo con papeles en el interior. «El lamentable suceso que ocurrió antenoche», advirtió EL COMERCIO, «pudo ser mucho peor. Al lado del destruido centro hay un depósito de gasóleo que pudo haber estallado. Parece ser que los individuos que decidieron poner fin a su problema con un método incalificable no se pararon a pensar en las consecuencias de su acción».
Los puntos de distribución de metadona como el ahora destruido caldeaban el ambiente en una época con importantes problemas de adicción. El de El Coto había ofrecido tratamiento a un cupo de trescientos pacientes, ante la incomodidad de los vecinos, que denunciaban «la concentración de toxicómanos que acuden a diario por sus dosis de metadona». Aquello, según esa parte del tablero, generaba «problemas de inseguridad». «La acción de ayer no fue asumida por ningún grupo vecinal», contamos, «aunque tampoco hubo quien criticara los hechos».
«Una barbarie»
Solo los munícipes condenaron la actuación. También expertos en la materia, como Celso Iglesias, de Salud Mental, o el psiquiatra Guillermo Rendueles, la calificaron como «una barbarie sin precedentes» o un acto «casi fascista, como los linchamientos de negros en los Estados Unidos», respectivamente. Hubo voces que se levantaron entonces contra las asociaciones vecinales, que negaban tener conocimiento de lo sucedido y denunciaron que, a la mañana siguiente del incendio, un grupo de toxicómanos hubiera asaltado su sede, amenazando a su presidente «con rajarme delante de testigos, como han hecho con otros vecinos». «Los camellos saben que aquí tienen su mercado perfecto», aseguraba la otra parte de una situación, ya lo ven, completamente enconada.