Los curas gijoneses apuestan por una pastoral juvenil para iniciar el relevo generacional
Los sacerdotes muestran su preocupación por el envejecimiento de la plantilla y defienden su tarea en los barrios: «Es un trabajo comprometido»
ÓSCAR PANDIELLO LAURA CASTRO
GIJÓN.
Domingo, 31 de diciembre 2017, 01:01
En la reunión mensual del arciprestazgo de Gijón, todos los párrocos de la ciudad se reúnen para charlar de su trabajo diario, del mundo espiritual y de los problemas a los que se enfrentan junto a los vecinos de su barrio. El pasado miércoles se celebró la última del año y, aunque la gripe causó algunas bajas de última hora, 15 curas acudieron a la reunión y posterior comida «para disfrutar de un ambiente fraternal». De cara al año que comienza, los retos siguen siendo los mismos de los últimos tiempos: desde el envejecimiento de la plantilla hasta la creciente desafección de los jóvenes por el mundo de la fe cristiana. Ahora, explica, es el momento de actuar para hacer valer su trabajo.
«Desde hace cuatro o cinco años notamos que desde el arziprestazgo no se impulsaba ninguna actividad enfocada a la juventud. Por eso decidimos ponernos las pilas y movilizar a los jóvenes de la ciudad a través de varias acciones», relata Juan Lozano, párroco del Corazón de María. Lleva poco más de un año en Gijón y actualmente es el encargado de coordinar una pastoral juvenil nacida a finales de 2016. Su objetivo, crear comunidad en torno a los jóvenes católicos de la ciudad y darles un espacio donde se encuentren cómodos profesando su fe.
Precisamente, la creación de estos puntos de encuentro resulta esencial para los jóvenes creyentes, según explica Lozano. «Los jóvenes cristianos van a contracorriente. En sus entornos se les respeta, pero no es lo normal y muchas veces se ve de manera extraña que acudan a voluntariados, convivencias y este tipo de actividades», sostiene.
Por ello, desde junio se han organizado dos actividades que han contado con la presencia de «70 y 130 chavales», respectivamente. La primera, un encuentro en el que se pasó de la oración al pincheo y «sirvió para que muchos chicos y chicas se conocieran y mostrasen sus puntos en común». La segunda, el pasado sábado 23, sirvió para instalar un belén de cumbres en lo alto del pico Incós. «Lo próximo en lo que estamos trabajando es en un festival musical, aunque todavía nos falta concretar los artistas y las fechas», aclara Lozano.
Este párroco, que con 47 años es uno de los más jóvenes de la ciudad, conoce de primera mano los problemas a los que se enfrenta la Iglesia en su conjunto y, por extensión, a nivel local. No en vano, sus últimas experiencias en un equipo itinerante claretiano le han llevado por Rusia, Honduras o Brasil. «Viajar te da perspectiva más amplia, claro. Aquí notas que se asocia la fe a la gente mayor, algo que considero erróneo. Es cierto que si miras las 35 confirmaciones de 2017 son muchas menos que las ciento y pico de hace años. Sin embargo, son gente adulta que cree en ello y está motivada para generar comunidad y hacer cosas», concluye Lozano.
El diagnóstico del arcipreste de la ciudad, José Aurelio Llorens, es bastante similar al de sus compañeros. «Estamos tropezando con las edades de las personas en ejercicio, eso por una parte. Por otra, vemos el crecimiento de un ambiente laico, de dejadez y frío con la cuestión religiosa. Cada vez somos menos», explica. A su parecer, el impulso de la pastoral juvenil supondrá una buena noticia para la revitalización de la comunidad cristiana en la ciudad. De esta forma, tanto los jóvenes de las parroquias como los alumnos de los colegios religiosos pueden hacer comunidad para tratar temas espirituales y religiosos y, a su vez, pasar un buen rato.
«Implicados en lo social»
Otro de los aspectos sobre los que se necesita trabajar, explican, es la visibilización del 'trabajo oscuro' que las parroquias ejercer sobre su entorno. Así lo expresa José Vicente Álvarez, párroco de Granda y Roces: «Nos reunimos aquí cada cierto tiempo y esto, ciertamente, es algo que muy pocas veces se ve. Es un trabajo decisivo y muy comprometido. No es ningún folclore católico ni un espiritualismo barato, sino que todos los sacerdotes de Gijón están fuertemente implicados en lo social».
Álvarez, asimismo, aboga por alejar a la iglesia de «cualquier tipo de burocracia», acercándose a la realidad del barrio y atendiendo a sus problemas. Este, asevera, es el trabajo que se realiza desde las parroquias. «Nuestra historia es seguir lo que nuestros predecesores han hecho a lo largo de los años: actuar en favor de la gente obrera y de la justicia social. Vivimos en un mundo muy complicado, porque las circunstancias que nos envuelven son muy poco favorables. Nuestra imagen muchas veces es deteriorada y solamente aparece en momentos oportunos», reflexiona.
Para Eduardo Zulaiba, párroco recientemente nombrado de Nuestra Señora de Fátima (La Calzada), el problema es «ese cambio que se ha producido a nivel social y en los distintos lenguajes que estamos empleando con los jóvenes». La transmisión de valores entre párroco y joven, añade, sigue siendo tan interesante como hace años, por lo que «solo hace falta entenderse».
Fieles «a la baja»
Las reuniones mensuales de los párrocos, asimismo, son para Zulaiba un eje importante a la hora de coordinar la acción diaria de los curas. «Debo ser el último que se ha incorporado, yo vengo de Aller, y veo indispensable lo que hacemos en estas reuniones: coordinarnos para que no haya grandísimas diferencias entre una y otra parroquia. Aquí en esta es necesario un trabajo en equipo», subraya.
Lejos del centro de la ciudad trabaja a diario José Manuel Alonso, párroco de Vega. Bajo su punto de vista, la implicación en la vida parroquial de las familias más jóvenes de la zona «tiende a ser baja». Sin embargo, el trabajo de los fieles más comprometidos vale compensa esta falta de caras nuevas. «Hay fieles que no es que eche una mano en el trabajo diario, sino que echa las dos. Y si tuviesen dos más las echarían. Ya sea en Cáritas, en las catequesis, en el asunto que sea», explica.
En Ceares, José Luis Montero aprecia los mismos problemas que sus compañeros: la falta de feligreses y la escasa inquietud religiosa de los más pequeños. «Asisten a la catequesis y después desaparecen», lamenta. En su caso, además, apunta a una 'fuga' de fieles hacia otras parroquias más nuevas de la zona: «Aquí viene muy poca gente, estamos desmembrados».