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La sala de cuadros telefónicos, destruida por el fuego.
1922. Hace 100 años.

Fuego en la Casa de Teléfonos

La central urbana de comunicaciones sufrió un importante incendio que amenazó viviendas y dejó a la ciudad sin dicho servicio

Domingo, 5 de junio 2022, 00:14

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Todo puede cambiar. Hasta un domingo aburrido de puro tranquilo. Tal parecía que iba a ser así el de hace ahora un siglo justo cuando, en cuestión de segundos, todo cambió. «En las calles inmediatas a la de Pi y Margall, en cuya casa número 18 está instalada la central telefónica, se agrupaba un gentío enorme. Nadie se preocupaba de la lluvia, y casi con indiferencia se sufría el remojón». Al fondo, el caos. La central de teléfonos urbanos era pasto de las llamas. Había empezado el tinglado a eso de las seis y media de la tarde, cuando eran siete telefonistas las que se encontraban trabajando en el local (normalmente, en días laborables, eran catorce).

El primer chispazo salió del cuadro del 1 al 100. Entonces, las llamas. Enormes. «Tenían allí pasto más que suficiente para provocar una verdadera catástrofe, de haberlas asistido el viento», contó EL COMERCIO. Háganse cargo: «Algodones, gomas, papel, brea; por todas partes había materias combustibles. Por ello, la enorme humareda que se levantara, hizo huir, despavoridos, a los empleados de la central».

Se arremolinaron las 'chicas del cable' a las escaleras, pidiendo auxilio, y, mucho antes que los bomberos, llegó la solidaridad vecinal.

Humo intenso

¡Y de qué forma! «De viviendas próximas a la central y establecimientos se sacaban calderos y cachivaches conteniendo agua». Pero no sirvió. «Cuando estos improvisados bomberos llegaban al lugar del fuego, el humo, un humo intenso y maloliente, les hacía retroceder. Ya no había más remedio que llamar al parque de Bomberos». Afortunadamente, el método ortodoxo funcionó; y los empleados locales, armados de una flamante cuba automóvil de reciente adquisición, hicieron el resto. Llegó cuando el fuego lamía ya la Torre de Amarre de la central, destruyendo los alambres delgados, amenazando los gruesos y luchando por expandirse a las casas cercanas.

Los curiosos eran legión (y hubo, incluso, hasta un detenido por temeridad). «Era deseada con ansiedad la intervención de la cuba (....). Tuvo el éxito que se esperaba». A las diez de la noche, ya no había fuego... ni central, eso sí.

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