

Secciones
Servicios
Destacamos
Alquilar o comprar una vivienda en Gijón es un reto «cada vez al alcance de menos personas y que supone toda una carrera de ... obstáculos», relatan quienes cada día se lanzan a la búsqueda de un nuevo hogar o hacen malabares para pagar el que ya tienen. El debate en torno al acceso a la vivienda está a la orden del día, y metido de lleno en una agenda política en la que desde hace meses se habla de la posible declaración de zonas tensionadas, la necesaria implicación de las administraciones para aumentar la oferta residencial o la imposición de restricciones a la deriva de viviendas para uso turístico. Para mostrar los diferentes perfiles de esta realidad, EL COMERCIO ha hablado con inquilinos, caseros, personas que acaban de lanzarse a comprar su primera vivienda o que la buscan de forma incesante, agentes inmobiliarios, asociaciones que ayudan a encontrar un hogar a las personas más vulnerables... Todos coinciden en lo complejo de la situación actual, con grandes dificultades para muchas personas tanto para alquilar como para comprar.
Con una media de 850 euros por alquiler -dependiendo del barrio- y de 170.000 euros para comprar -precio en el que influyen factores como la zona, si el piso necesita reformas o si se trata de una vivienda de nueva construcción-, Gijón será la primera ciudad de Asturias que contará con zonas tensionadas, entendidas como aquellas en las que el coste de la vivienda supera el 30% de la renta de los hogares.
Hace unos meses, la Empresa Municipal de Vivienda elevó de 450 a 550 euros la renta máxima susceptible de acceder a ayudas al alquiler, pero hoy en Gijón por debajo de ese precio se encuentran menos de veinte pisos. Otra realidad es la de los pisos compartidos, donde viven familias enteras. Y muchos no ven la solución en la construcción de vivienda pública, pues gran parte de ella se destina a la población joven. Para Manuel Iglesias de la Asociación de Inmobiliarias de Asturias «la ley de la Vivienda acabó con el mercado de alquiler, porque el propietario se ve desprotegido. Y así, se reduce la oferta y aumentan los precios y las condiciones para alquilar». Por eso, la búsqueda de piso se ha convertido en toda una odisea en la que no faltan abusos, timos y mucha desesperación.
Tener éxito implica meses de búsqueda y miles de llamadas a portales, agencias y propietarios, a veces sin la garantía de poder ver la vivienda o de la devolución de la reserva o las arras. Sin el 30% del dinero para la entrada, es prácticamente imposible lograr una hipoteca, lo que «condena a seguir pagando unos alquileres abusivos y que no permiten ahorrar», comenta uno de los inquilinos entrevistados. Y para comprar, «hay que tener fondos, porque los pisos a buen precio vuelan y en muchos casos son para gente de fuera que luego los alquilar alquila en verano».
Juan Carlos Tabares y Diana Álvarez no acceden a hipoteca
Diana Álvarez asegura que «me fue más fácil acceder al sueño de ser empresaria y tener mi negocio propio de estética en el centro de Gijón que lograr un piso para nuestra familia». Explica que, al tener un crédito por el negocio y no disponer del 30% del precio de la vivienda que le exigen los bancos como entrada, «no nos conceden una hipoteca». Y ve contradictorio que «sí se asuma que podemos enfrentarnos a un alquiler de una alta cuantía». Ella y su marido, Juan Carlos Tabares, tienen que dejar ahora el piso en el que viven con sus dos hijos «y nos tendremos que buscar otro con un alquiler de como mínimo 800 euros. Por una hipoteca pagaríamos menos». Él, trabajador por cuenta ajena, apunta que «nos hemos visto en situaciones de haber pagado las arras, echarse atrás el propietario porque le dieron más dinero y casi no lograr que las devuelvan. También de pedirnos arras de 30.000 euros».
Ana Meré ha alquilado piso tras 12 años compartiendo
Ana Meré, natural de Cangas de Onís, estuvo compartiendo piso desde que tenía 18 años «hasta hace muy poco». Señala que para quien llega a Gijón muy joven «es imposible acceder a un alquiler solo mientras estudias o tienes trabajos precarios». Por eso optó por un piso compartido, experiencia que le ha dejado «buenos y malos recuerdos, porque he vivido con amigas con las que había más confianza y se compartía todo, pero también con personas que no hacían la convivencia tan fácil». Entre los principales problemas señala «el reparto de las tareas de limpieza de la vivienda, o llegar a casa y que hubieran cogido cosas tuyas de la nevera». Sí lo define como «una experiencia vital que enriquece mucho y además te ayuda a conocer gente. Pero a veces necesitas tu espacio y más intimidad». Ahora sí puede pagar sola una renta, gracias a haber encontrado un alquiler asequible y un trabajo estable.
Carmen Casera, a la espera de una orden de desahucio
Carmen, de 62 años, prefiere no revelar su identidad por miedo a represalias y a que «me destrocen aún más el piso, que tengo constancia que está en malas condiciones y en el que además han metido animales pese a que el contrato no lo admitía». Aunque para ella el principal problema no son los daños ni las mascotas, sino que desde hace casi un año su inquilina no le está pagando la renta mensual. «Tengo una inquiokupa», denuncia tras haberse sumado a una plataforma de afectados por situaciones similares. Apunta que, aunque en un principio percibía las mensualidades sin problema, hace diez meses la arrendataria, a la que según asegura ya le han concedido una vivienda social, «dejó de pagar intencionadamente». Su caso está en el juzgado, «pero hasta que no haya orden de desahucio no podré acceder a mi piso. Es normal que los caseros cojamos miedo y luego paguen justos por pecadores».
Irma Benito, responsable de Inclusión en Mar de Niebla
«Las habitaciones de alquiler en pisos compartidos son una realidad que, por desgracia ha llegado para quedarse», apunta Irma Benito, de Mar de Niebla. «En el proyecto Eslabón en el que trabajamos desde la asociación ayudamos a personas en situación de sinhogarismo. Y estas habitaciones son uno de los 13 tipos de él que recoge la Unión Europea». Añade que «en muchas ocasiones son habitáculos que carecen de buenas condiciones» y que también se encuentran pisos «que no tienen ni cocina, porque la han utilizado como una habitación más, por lo que los inquilinos disponen como mucho de un hornillo para calentar y poco más». Señala que aunque hace años el problema de la vivienda «afectaba a personas que estaban a la cola de la exclusión social, desde la pandemia han aumentando muchísimo los casos de familias enteras de las que abusan con precios muy altos».
Conchi Jiménez vive en habitación de alquiler con su hija
Conchi Jiménez, una joven gijonesa con una niña de 3 años, vive en una habitación de alquiler de un piso compartido con otras dos personas más, entre ellas su propietario. «Después de un año de búsqueda solo he podido acceder a eso. Y he tenido mucha suerte, porque el precio no es muy excesivo». Paga 300 euros, que incluyen gastos de electricidad, gas e internet. Y además tanto el dueño del piso como el otro inquilino «son muy respetuosos. Trabajan todo el día fuera de casa y tratan con mucho cariño a mi hija». Destaca que «por suerte, el piso tiene cocina y un salón donde mi hija puede jugar, pero muchos no son así». Perceptora del Ingreso Mínimo Vital, asegura que no puede acceder a un piso solo para ellas. «Con una niña y sin trabajo, ni planteármelo puedo. Pero tampoco podría permitírmelo con un sueldo normal. Es una situación desesperante, y cada vez estamos más gente así».
Teresa Busto destina más de la mitad del sueldo al alquiler
«Por sobrepasar en menos de 100 euros la cuantía del IPREM, no alcanzo a tener ninguna ayuda. Consideran que como la tuve unos años, pero no continuados, no tengo derecho a ella», lamenta Teresa Busto. Por el piso en el que vive con su hija en El Llano paga un alquiler de 600 euros, al que hay que sumar los gastos de luz, gas, internet... «Se me va más de medio sueldo en él. Tienen que revisar las condiciones de las ayudas», reclama. Lamenta que «la mayoría de las viviendas sociales que va a ofertar el Ayuntamiento son para gente en situación de riesgo de vulnerabilidad o para menores de 35 años». Yconsidera que «personas en una edad como la mía estamos en un limbo, con un vacío también para poder acceder a cualquier ayuda». Explica que, pese a tener trabajo, «a duras penas llego a fin de mes», por lo tampoco ve factible poder plantearme la compra de una vivienda.
Iván Suárez compra con su pareja un piso en construcción
Iván Suárez, de 29 años, y su pareja, de 27, llevan juntos más de ocho años y pronto tuvieron claro que «con los precios tan excesivos que piden por alquilar en Gijón, preferíamos sacrificarnos y esperar para poder comprar un piso en el que vivir juntos. Llevamos años trabajando muy duro y ahorrando para cumplir ese sueño». En concepto de reserva para un piso de nueva construcción en Nuevo Roces, entre los dos están pagando una cuota mensual de 1.000 euros, ya que antes de poder acceder a la vivienda les piden abonar el 20% de su coste. «La fecha de entrega está prevista para mayo de 2026. Hasta entonces tocará seguir ahorrando. Y luego, negociar con el banco para lograr una hipoteca con una cuota que nos sea llevadera». Viendo la evolución de los tipos de interés, piensan optar por una de interés fijo. «Estoy seguro de que pagaremos menos que con un alquiler, y así el piso será nuestro».
Marisol González, jubilada aún pagando su vivienda
«He pasado por tantos momentos en mi vida, que no pensaba que llegaría el momento de jubilarme y de ver tan cerca el final de la hipoteca», señala Marisol González, de 64 años y vecina de La Calzada. Y es que, tras haber completado su vida laboral, cuando acabe este año también pondrá fin a su deuda hipotecaria. «Acertadamente, hace 30 años me metí en una con tipo fijo y pequeñita», explica. Entonces estaba soltera y tenía trabajo, pero luego estuvo en el paro y «pude afrontar el pago gracias al trabajo de mi marido». Hubo además una temporada en la que él también estuvo desempleado. «Fueron momentos duros, pero ahora los dos nos jubilamos y acabaremos de pagarla. Toca vivir la vida con él y cuidar de mi madre». Reconoce que puede afrontar esta situación al no tener hijos que requieran de apoyo económico, «pero muchas amigas sí están ayudando a sus hijos con las hipotecas o los han acogido en casa de nuevo».
Manuel Iglesias, agente Inmobiliario de RK Iglesias
Manuel Iglesias, miembro de la Asociación de Inmobiliarias de Asturias y CEO de RK Iglesias, tiene una dilatada experiencia como agente inmobiliario y apunta que «son varios los problemas que afectan al sector». Entre ellos señala la falta de oferta en alquiler y compra, la «mente compradora que aún tenemos en España», unos precios «excesivos» y «complejas condiciones para alquilar», que en Gijón «se agravan más por ser una ciudad turística». Apunta además que la subida de los salarios no es acorde al incremento de más de un 35% que ha habido en los últimos cuatro años tanto para alquilar como para comprar. Quien opte por esta última opción, «necesita disponer del 30% del valor del inmueble para la entrada y los gastos de gestión». En Gijón, apunta, el perfil del comprador, muchos de fuera de la región, es el de «una persona que puede pagar casi la totalidad del piso y lo usa de segunda vivienda o para alquilar».
Marina Ayllón será propietaria a finales de año
Tras años trabajando de manera continua y de ver cómo gran parte de su sueldo de enfermera se iba en un alquiler que el casero les subía anualidad tras anualidad a ella y su compañera de piso –no le alcanzaba para uno sola–, la experiencia le sirvió de mucho a Marina Ayllón, de 28 años. Pensó que, ya que tenía un trabajo estable, «podía volver a casa de mis padres, ahorrar y lanzarme a comprar. Y tuve mucha suerte, porque los pisos vuelven a subir». Ahora espera entusiasmada para finales de año la entrega de las llaves de una vivienda de nueva construcción. Será, por 240.000 euros, un piso de tres habitaciones en El Llano, el barrio en el que siempre ha vivido y donde sigue su familia. Tras haber abonado ya una primera parte de la entrada, está con la segunda y a la espera de firmar una hipoteca a tipo fijo cuyas cuotas prevé que podrán rondar los 500 euros al mes.
Mabely Buján vive en un piso de la familia y es casera
Con un trabajo fijo y 28 años, Mabely Buján se lanzó a comprar un apartamento en Montevil que ahora tiene arrendado. Con 51 sigue pagando la hipoteca, que en su día tenía a tipo variable y «por suerte» pudo cambiar a una renta fija. A los pocos años de esa compra se fue a vivir con su marido a un piso de su familia política. Yaunque no pagan alquiler por él, «la hipoteca de mi apartamento nos ahogaba. Hubo meses en los que entre los sueldos de los dos casi no nos alcanzaba para pagarla y afrontar los gastos de comida, transporte y de nuestros dos hijos». Como casera, ahora mismo asegura estar «muy contenta con la pareja que tengo en el piso», aunque por él han pasado más de una decena de inquilinos distintos y asegura que «me he encontrado desprotegida, teniendo que asumir muchísimos meses de impagos, destrozos e incluso amenazas de devolución de fianza cuando no la merecían por haber causado daños».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.