Joaquín Echeverría

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Joaquín Echeverría
La pista de 'skate' de la Atalaya, en Cimavilla, llevará oficialmente desde hoy el nombre de Ignacio Echeverría, de raíces asturianas y quien en 2017 fallecía en Londres al enfrentarse con su monopatín a los terroristas yihadistas que mataron a otras seis personas. Su padre, Joaquín Echeverría, estará presente en el acto oficial en memoria y reconocimiento del 'héroe del monopatín'.
–¿Cómo vive este reconocimiento?
–Estoy muy agradecido de que desde el Ayuntamiento de Gijón hayan pensado en él. Para algunas personas puede ser un referente por cómo vivió y cómo murió, unos valores que pueden ser útiles para la sociedad y para los jóvenes.
–Un 'influencer' real ahora que lo que prima es el número de seguidores en las redes sociales.
–La gente que está en las redes y en la televisión están más presentes públicamente, pero el perfil de Ignacio es visto con mucha simpatía. Me gustaría que pueda servir de referente para los jóvenes.
–Con el 'skate' como símbolo de paz.
–Practicaba muchos deportes pero el que hacía con más asiduidad era el 'skate'. Le gustaba mucho y la tabla permite viajar con ella y practicar. Siempre estaba con el monopatín, lo que se acabaría convirtiendo en un símbolo por hacer lo que hizo en el puente de Londres.
–¿Cómo lo recuerda?
–Era una persona muy buena, con mucha inocencia y muy cariñoso. Tenía también mucho tesón y superaba los problemas que se fue encontrando en la vida. Sabía llegar a los demás y tenía un gran sentido de la entrega.
–¿Sorprendió en su entorno esa valentía para enfrentarse a los yihadistas?
–No, sabíamos que era una persona de gran arrojo y ya había hecho actos anteriores que no le convenían a él pero que los hizo porque consideraba que así tenía que ser. Daba la cara, y por lo tanto no fue sorprendente. Asumía riesgos que no todo el mundo asume y que tenían que ver con la bondad y la generosidad.
–¿A qué actos se refiere?
–Por ejemplo, entrar a rescatar a dos personas en apuros en la playa de Oyambre, en Cantabria. Podría haberse ahogado. También en Madrid recibió una paliza de nueve personas por defender a un niño que estaba con el skate y al que estaban molestando. Y en otra ocasión, estudiando en la Universidad de la Sorbona, en París, vio cómo recibía un suspenso de una profesora a quien durante una clase Ignacio le dijo públicamente que se ciñese al programa y que dejase a un lado los dogmas marxistas. Perdió el curso por esa asignatura. Se arriesgó a que le pasase eso y fue lo que ocurrió.
–Han iniciado un proceso para su canonización.
–El arzobispado de Madrid nos sugirió que iniciásemos el proceso. Consideraban que podría ser un referente útil y aunque no se puede canonizar en la tierra a todos los que están en el cielo, hay perfiles que valen la pena. Hay un postulador que ha recabado testimonios y se ha iniciado la causa para entregar el expediente en fecha próxima.
–¿Qué papel jugaba la religión en la vida de Ignacio?
–Se sentía muy cerca del Señor. Tenía unas prácticas religiosas muy activas. Era miembro de Acción Católica y toda su vida se guiaba por la fe. Es precisamente una de las organizaciones que están impulsando su canonización.
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