Muerte en El Natahoyo
Las autoridades descubrieron que había habido un asesinato al analizar el cadáver de un mendigo en una chabola en llamas
Sábado, 28 de mayo 2022, 00:55
No fue un accidente. El hallazgo del cadáver de un mendigo en una casa abandonada de El Natahoyo, hace ahora 25 años, adquirió tintes más graves al dilucidarse por parte de los forenses que quien días después se identificaría como Tomás L., un sintecho de 67 años, antaño popular camarero en Gijón, había sufrido una muerte violenta. Numerosas lesiones de golpes surcaban la cabeza del infortunado 'Tomasín', considerándose, en un primer momento, la posibilidad de que hubieran sido «provocados por la caída de materiales de la techumbre de la caseta incendiada». No fue así: «Primero mataron a golpes al indigente, y luego prendieron fuego a la chabola de la calle de la Sierra».
El crimen ocurrió el 22 de mayo y, tal y como recordaba, trece años más tarde Olaya Suárez en páginas de EL COMERCIO, la resolución fue compleja. Sin documentos y con el cuerpo muy deteriorado por el efecto del fuego, no fue fácil identificar a la víctima del crimen, primer paso para hacerlo con su asesino o asesinos. «Los policías se centran en las personas que solían pasar por la caseta, donde se reunían a diario varios mendigos». Uno de ellos era el difunto, 'Tomasín'; otros, dos hermanos, Arturo y José Manuel R.; los acusados. Una pareja conocida en el barrio por ayudar a sacar la basura en varios comercios de la ciudad, a cambio de «comida y desperdicios para ellos y para sus perros».
«No nos gustaba»
Se supo tiempo después que, enemistados desde hacía años con Tomás, el 22 de mayo decidieron cobrarse su venganza ya que, según dirían en el juicio, este les insultaba «siempre que nos cruzábamos. Se reía de nosotros y no nos gustaba». Aparentemente, según la declaración de los hermanos, ese día Arturo R. penetró a la chabola donde dormitaba Tomás, amodorrado por haber bebido demasiado, y le mató. Después, prendió fuego al lugar para borrar las huellas, pero no sirvió para eludir la justicia. Tiempo después, Arturo ingresaría en prisión, aunque José Manuel quedó absuelto. El jurado popular consideró «que ambos tenían deficiencias psíquicas y una escasa cultura». Triste historia con dramático final.