Mabel Lavandera: «Siempre me gustó experimentar»
Mabel Lavandera conversó con Lucía Peláez en el marco de la II Semana del Arte y la Creación de Somió
Una pintora con una larga trayectoria y muy variada. Una artista que tiene un dominio del color y del dibujo que le permite trabajar sobre ... cualquier técnica. Una ilustradora que es capaz de expresar lo que quiere. Así definió Lucía Peláez Tremols, la que fuera directora del Museo Nicanor Piñole y del Museo Jovellanos, a la artista gijonesa Mabel Lavandera. Lo hizo en el marco de la II Semana del Arte y de la Creación que organiza la Asociación de Vecinos de Somió, que se presentó el pasado lunes. Ambas mantuvieron una extensa conversación en la sede vecinal en el transcurso de la cual Mabel Lavandera fue desgranando episodios y vivencias que, de una manera u otra, han ido marcando su recorrido artístico. «Empecé como Mabel y luego pasé a firmar como Mabel Álvarez, pero había muchas y me confundían, así es que al final me pusieron Lavandera y con ello me quedé», contó.
Muchos vecinos de Somió, el barrio en el que pasó parte de su infancia, disfrutaron de un buen número de anécdotas en el salón de actos en cuyas paredes cuelga hasta el 28 de noviembre una selección de sus obras. Habló de su estancia en París, «que me pareció muy comercial y me desilusionó». También de su paso por Madrid donde colaboró con varias editoriales de prestigio y revistas. Y de sus años de enseñanza en el colegio Santo Ángel donde «sacaba a las alumnas a dar las clases en la calle porque pensaba que igual sus padres no lo hacían».
Y cómo no, relató sus experiencias y sus trabajos con el Museo Jovellanos, donde realizó actividades con público infantil. «De los talleres que di para el Principado saqué una técnica, la tinta china a la cuerda». También mantuvo una estrecha relación con la galería Cornión, donde coincidió con artistas muy variados, como Miguel Mingotes, colaborador de EL COMERCIO, que destacó que «Mabel es una persona querida y bondadosa; su bondad está por encima del arte».
La infancia
En sus inicios, copiaba las ilustraciones de la Enciclopedia Álvarez que leía en el colegio de la Asunción. «Porque yo llegué al colegio y ya sabía leer, había ido con una amiga de mi madre que tenía una escuela en casa». A la infancia se remitió en varias ocasiones. En aquella casa en Cean Bermúdez «llena de primos y tíos y un viajante que era amigo de la familia en donde siempre reinó la solidaridad». También resaltó episodios de su abuela paterna, la modista de Porceyo, que recuerda con hilos y fumando una pipa de maíz y «siempre embarazada», y de su padre que volvió de La Habana y que padeció «pesadillas por la guerra» durante su vida. Mabel se acercaba por la mercería en la que trabajaba su padre, El Jazmín, y enredaba con los hilos. Posiblemente allí fue perfilando muchos de sus talentos, jugando con los colores y con las formas que con los años iría modelando a su antojo. «Siempre me gustó experimentar», aseguró.
¿Quién me influyó más en mi arte? «Muchas personas. Entre ellas, los compañeros que tuve a lo largo de los años», sentenció.
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