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La icónica actuación de Alfredo Kraus inauguró el 5 de mayo de 1995, la reapertura del Teatro Jovellanos de Gijón, «el teatro de ... todos los gijoneses». Así lo definió ayer, Jesús Díez, su jefe de sala que, al igual que el coliseo gijonés, estaba de aniversario. «Llevo abriendo las puertas del Jovellanos desde ese día. Es mi casa, pero también ha sido y es el hogar de muchos amantes del arte», confesó. Para muchos gijoneses la cara de Jesús es la primera que vienen viendo desde hace décadas al entrar en la sala, y ayer, durante las jornadas de puertas abiertas, no iba a ser menos.
En una ocasión tan especial como es la conmemoración de los 30 años de reapertura del teatro no podían faltar los recuerdos. Durante cuatro horas, de 17 a 21 horas, se proyectaron imágenes en bucle. Un resumen de 15 minutos «de los más de 6.000 espectáculos que ha albergado la sala durante las tres últimas décadas», explicó el director de programación del Jovellanos, Antonio Criado. De su mano, EL COMERCIO recorrió los pasillos, se asomó a la puerta que comunica con El Dindurra y visitó los camerinos, que serán sometidos a un buen lavado de cara el próximo septiembre. «No es solo la historia de una ciudad la que se aprecian en estos 30 años, también la de la sociedad», comentó Criado que con orgullo indica que «por este teatro pasan una media de 120.000 espectadores al año. Más de tres millones de personas han acudido al Jovellanos desde 1995. Pocos escenarios gozan de tan buena salud».
En el Jovellanos, tal y como desgranaban las imágenes seleccionadas para la ocasión, el público se ha sentado a hablar cara a cara con Serrat o se ha emocionado con las lágrimas del músico, cantante y poeta, Leonard Cohen. Nadie olvida tampoco el homenaje a Arturo Fernández en el que se le puso su nombre al palco de honor. «Han sido 30 años que han pasado como un suspiro. Porque este teatro no es solo un espacio, es el corazón de la identidad cultural de Gijón. Aquí se promueve la reflexión social y la participación ciudadana. Es un pulmón cultural que respira con mucha fuerza, y que tras las reformas que se acometerán este año seguirá viviendo con más energía que nunca», relató Criado.
En un cumpleaños se suelen soplar las velas, y aunque no hubo tarta, el jefe de sala expresó un deseo: que desaparezcan los móviles, «son un horror, que nos alejan de lo que está pasando en el escenario y de los artistas. No deberían de poder usarse». Díez no quiso desvelar anécdotas, «las mejores pasarán a la historia conmigo», afirmó. «Muchas vivencias e historias que no se representarán», recordó Criado mientras se miraba frente al espejo de uno de los camerinos. «Estas sagradas habitaciones en las que refugiarse antes de actuar, callan. Y así será siempre», recordó.
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