Borrar
¿Quieres despedir a tu mascota? Puedes hacerlo en el nuevo canal de EL COMERCIO
Víctor Labrada, Florinda Hevia y Flor, en el parque de Isabel la Católica. ÁLBUM FAMILIAR

Víctor Labrada, el cronista que escribía mirando a Cimadevilla

Firmó cinco libros esenciales sobre el Gijón de los siglos XIX y XX. Su hija Flor ha rescatado del olvido su máquina de escribir, borradores, premios, postales y objetos personales

Sábado, 23 de agosto 2025, 22:29

Comenta

Fue Víctor Labrada un playu alegre, curioso, ingenioso en grado sumo, amigo de los vermús, gran tertuliano, fan incondicional de los nacimientos y también cantarín. «Cuando íbamos a pasear los tres al parque Isabel la Católica –mi padre, mi madre y yo– a él le gustaba mucho cantar, 'Dime paxarín parleru /dime qué comes', en medio de aquel guirigay de aves», recuerda su hija Flor mientras desempolva un sinfín de añoranzas. La familia Labrada vivió, con el tiempo, hasta en cinco casas diferentes de la ciudad, pero la que más honda huella dejó en su memoria fue aquel piso de la plaza del Marqués donde Titi, como a ella le gustaba llamar al histórico cronista gijonés, se sentaba ante su máquina de escribir mirando a Cimadevilla a través de la ventana. Con esa vista privilegiada como fuente de inspiración, se arrancaba a escribir cuartillas que dieron lugar, con el tiempo, a cinco libros memorables, esenciales para acercarnos a personajes, chanzas, historias, anécdotas y aconteceres ilustrativos del Gijón de los siglos XIX y XX, con la mirada volcada en su barrio alto natal y aquellos marineros que forjaron una época irrepetible, pero sin desdeñar nada que afectara, de uno u otro modo, a todos los rincones de la ciudad de sus amores. También vivió en Rufo Rendueles y entonces su inspiración fue la playa de San Lorenzo.

Así Labrada fue gestando 'Al aire de Cimadevilla' (1971), 'Nostalgia de Gijón' (1975), 'Curiosidades de un Gijón inolvidable' (1991), 'Gijón en el recuerdo' (1992) e 'Historias escritas par ti' (1995). El favorito de Flor, sin duda, es el primero, dedicado al barrio alto, pues en él nació Labrada en 1904, exactamente detrás de la Casa Natal Jovellanos, y a sus historias de pescadores con las que escribió sus mejores cuartillas casi hasta el día de su muerte en 1997. Contaba 92 años.

Además de su faceta laboral en la Fábrica de Loza y en la agencia publicitaria Osper, Víctor Labrada había dedicado su mejor talento a bucear en naufragios, costeras, motes, chanzas, empresas, comercios, tascas, iglesias y todo aquello que tuviera que ver con Gijón, sin desdeñar alguna incursión en la poesía.

Sus fuentes fueron infinitas, con mucho trabajo de campo por la ciudad, horas de estudio en bibliotecas y archivos e incluso carteos con emigrantes que desde el otro lado del océano contactaban con el cronista gijonés para intercambiar suculentos datos que se remontaban en ocasiones incluso al Gijón de mediados del siglo XVIII. Como aquel naufragio con 23 muertos habido en 1874. La galerna de 1891 que empotró un barco de bandera austriaca contra la Campa Torres provocando un heroico rescate del capitán contra su voluntad con pelea incluida. O aquella visita de una playa de Cimavilla, Pepa la Montuna, al director de la sucursal del Banco de España en Gijón, Florencio Rodríguez, en 1883 para pedirle un crédito con el cual costear la boda de la hija. Al llegar dijo ella decidida: «Quiero ver al amo de les perres». Y Florencio, simpatizando con su desparpajo, tras lamentar que el banco no concedía préstamos de ese tipo, le dijo sacando la cartera del bolsillo de su americana: «Le prestaré yo ese dinero y me lo paga en la próxima costera de la sardina si puede».

Flor Hevia, en su casa, con objetos personales de Víctor Labrada como su máquina de escribir, sus libros y, en las fotos 2 y 3, un borrador de su libro de Cimadevilla y su reloj de bolsillo. PALOMA UCHA
Imagen principal - Flor Hevia, en su casa, con objetos personales de Víctor Labrada como su máquina de escribir, sus libros y, en las fotos 2 y 3, un borrador de su libro de Cimadevilla y su reloj de bolsillo.
Imagen secundaria 1 - Flor Hevia, en su casa, con objetos personales de Víctor Labrada como su máquina de escribir, sus libros y, en las fotos 2 y 3, un borrador de su libro de Cimadevilla y su reloj de bolsillo.
Imagen secundaria 2 - Flor Hevia, en su casa, con objetos personales de Víctor Labrada como su máquina de escribir, sus libros y, en las fotos 2 y 3, un borrador de su libro de Cimadevilla y su reloj de bolsillo.

Fue Víctor Labrada en muchos aspectos un antecesor de Janel Cuesta, pues tuvo en EL COMERCIO una exitosa sección donde iba narrando sus crónicas gijonesas y que daría lugar a alguna de sus publicaciones. A la muerte del cronista oficial de la ciudad, Patricio Adúriz, sería postulado para sustituirlo como la persona más y mejor documentada sobre los avatares gijoneses. Sin embargo, renunció al cargo por cuestión de edad, pues en 1992 estaba próximo a ser nonagenario. Sería también concejal del Consistorio gijonés en dos etapas y, por encima de todas las demás consideraciones, fue Labrada un playu popularísimo, de «incontestable elegancia», según palabras de Janel Cuesta, y perejil de todas las salsas. En L'Andecha. En Casa Manuela. En Los Potros. En la calle Aguado...

A disposición de los gijoneses

En estos días, Flor Hevia, quien fuera su sobrina y Víctor y Florinda criaron como una hija, jubilada ya como profesora del Conservatorio, ha reunido todas las pertenencias que atesora. La última máquina de escribir, el borrador de su primer libro, el premio que recibió en los Juegos Florales de Mieres, postales, un broche, programas, un reloj de bolsillo... Según recuerda, nada más fallecer Labrada, Juan Alvargonzález, íntimo del finado, le pidió cuanto pudiera donar con objeto de tenerlo expuesto en su fundación. «Yo le dije entonces que ya hablaríamos más adelante, pues no estaba para nada y así pasó el tiempo», rememora. Repasándolo todo se pregunta, en estos días, si estos objetos pudieran ser preservados en alguna institución. Honra la ciudad quien fuera su cronista oficioso con una calle en Cimadevilla, transversal a Batería. A su hija le gustaría ahora que sus recuerdos sean los de todos los gijoneses.

La ración de gambas que casi desmaya a Mento Hevia

Mento Hevia, líder del histórico grupo Crack, y su hermana Flor viajaron a Madrid en un viaje de la niñez comandado por sus tíos. A la hora del vermú se sentaron en una terraza y pidieron unos refrescos, acompañados de una ración de gambas. Deslumbrado por todo, a Mento se le ocurrió cotillear la cuenta y vio una cantidad de tal calibre que no dejó de hacer aspavientos. «El precio era escandaloso», rememora. Tanto gesticuló que Víctor Labrada, curioso, tomó el tique en sus manos, arrugó el ceño y llamó muy serio al camarero. Cuando este preguntó qué deseaba el señor, le espetó rotundo: «¡Otra de gambas!». Mento casi se desmaya.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio Víctor Labrada, el cronista que escribía mirando a Cimadevilla

Víctor Labrada, el cronista que escribía mirando a Cimadevilla