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Barbara Bush, en una imagen de archivo. Foto: Efe | Vídeo: Atlas

Adiós a Barbara Bush, matriarca de EE UU

La esposa y madre de dos presidentes falleció en su cama a los 92 años

Mercedes Gallego

Miércoles, 18 de abril 2018, 02:08

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Nunca se tiñó las canas ni se mordió la lengua, salvo cuando sus ideas contradecían las de su marido. Barbara Bush, la segunda mujer de la historia que dio un marido y un hijo a la galería de presidentes de EE UU, falleció anoche en su casa de Houston (Texas) a los 92 años. Uno menos de los que tiene su marido, también en condiciones muy frágiles.

El comunicado oficial colgado en Twitter no especifica la causa de la muerte, pero la ex primera dama del 41 presidente padecía desde hace mucho una obstrucción pulmonar que le causó problemas de corazón. Después de varias operaciones e ingresos hospitalarios, la familia informó ayer de que daba por terminado los tratamientos médicos y sólo recibiría cuidados paliativos en su casa. Su muerte se consideraba inminente y no tardó ni un día en llegar.

A diferencia de Nancy Reagan, que le precedió, o Hillary Clinton, su sucesora, esta Bush sólo quería ser «esposa, madre y abuela». Conoció a George H. Bush en un baile a los 16 años y le dedicó su vida. Por él dejó la universidad -«sólo me interesaba George», confesó- y le siguió hasta el fin del mundo. Literalmente, porque eso incluyó China. Para cuando llegaron a la Casa Blanca en 1989 ya se habían mudado de casa en 26 ocasiones.

Su mezcla de hablar claro sin faltar al papel discreto que requería la política conquistó los corazones de EE UU. Bush, cuyo nombre de soltera era Barbara Pierce, llegó a ser más popular que su marido. Cuando su hijo mayor se presentó a las elección los sondeos revelaron que sólo un 3% de la población tenía una opinión desfavorable de ella. Se convirtió entonces en un gran activo de campaña, pero eso no le sirvió al siguiente, Jeb Bush, que tuvo que enfrentarse a su madre antes que a Donald Trump. «Ya hemos tenido suficientes Bush, hay gente por ahí más cualificada», soltó cuando le preguntaron por esa posibilidad. «Sería una tontería que no encontráramos más de dos o tres familias para presentarse a la presidencia», añadió. Recogía así con naturalidad el sentir de muchos estadounidense que nunca olvidaron esas palabras. La campaña trató de darle la vuelta con un vídeo de humor en el que Jeb se enfrentaba a ella con un «Eh, ¿qué quieres decir con eso de 'demasiados Bush»? Y ella misma firmó una carta para sus seguidores en la que clamaba «¡He cambiado de opinión!», pero el electorado no olvidó.

La matriarca de EE UU fue también una abuela para Chelsea Clinton, que dijo ayer en Twitter no olvidar jamás «lo amable que fue conmigo y el cariño con el que hablaba de ella el personal de la Casa Blanca». Pese a que Bill Clinton le robño la reelección a su marido y lo sumió en una depresión, ella no dudó en reprender a la prensa y pidió a los críticos que le dieran «un respiro» a Hillary Clinton, que tuvo más problemas para aceptar el papel de abnegada esposa.

En público dijo no tener una opinión sobre el aborto ni sobre las armas, temas que dejaba a su marido, aunque se la tenga íntimamente por partidaria del aborto. Ella prefirió dedicar su poder de primera dama a causas más tradicionales como la educación o la lucha contra el cáncer, llevando las riendas de la familia mientras él llevaba las del país.

Quitando a su hija primogénita, Pauline, que perdió a los tres años de leucemia, le sobreviven su cinco hijos, 14 nietos y siete biznietos. Toda una dinastía que empujará la silla de ruedas del patriarca en su entierro y el recuerdo de un Partido Republicano en el que los valores familiares todavía eran el eje del conservadurismo político.

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